Más allá de las medidas de confinamiento ante la pandemia de coronavirus, se están poniendo sobre la mesa aplicaciones de biometría y geolocalización para realizar seguimientos de las posibles víctimas de la enfermedad.
El principal uso que se está haciendo es el rastreo de millones de teléfonos durante el seguimiento de propagación del virus. Pero, las soluciones de reconocimiento facial también están siendo adoptadas y, en algunos casos, se funden con la localización en nuevas formas de combatir el brote.
Y, es que existe la preocupación de que el mecanismo de huella dactilar para el acceso a instalaciones pueda ser un vector potencial de infección.
En Estados Unidos, por ejemplo, ya hay empresas que están utilizando cámaras térmicas inteligentes para detectar fiebres y alertas a los trabajadores de tiendas de suministros esenciales y hospitales. Y en China, la compañía Wisesoft dice haber desarrollado un reconocimiento facial 3D que puede identificar a las personas que llevan mascarilla con un 98% de precisión, además de tomar su temperatura.
Según Patrick Grother, científico del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST), este tipo de tendencias ya habían llegado a oriente, sobre todo en aeropuertos, y ahora se están democratizando en occidente. Sin embargo, estos sistemas pueden conllevar problemas logísticos y requieren de una revisión constante. Además, lleva a nuevas preocupaciones relacionadas con la seguridad y la privacidad.
“La mayor de ellas es que los datos de los usuarios están recogidos sin su conocimiento”, afirma Anil Jain, profesor de la Universidad Estatal de Michigan. Por ejemplo, el estado de Illinois tiene una ley de regulación de privacidad biométrica que requiere el consentimiento del empleado y que las organizaciones especifiquen muy detalladamente para qué recogen ese tipo de datos. “Se trata de equilibrar la seguridad pública con las libertades civiles”, concluye.