Aunque de manera brusca y dolorosa, la enfermedad de COVID-19 ha puesto sobre la mesa la oportunidad de replantear los sistemas educativos. Garantizar una educación de calidad es uno de los retos más importantes a los que atender, por las brechas que se han generado y los colectivos especialmente vulnerables a los que hay que atender.
En este sentido, los indicadores para evaluar la calidad de la educación adquieren ahora especial relevancia. La pandemia, además, podría aumentar la tasa de abandono temprano: en 2018 sólo un 22% de los alumnos habían conseguido alcanzar la 2ª etapa de la educación secundaria, frente a tasas del 43% en la OCDE y del 45% en la Unión Europea.
La tecnología ha permitido continuar con la actividad laboral y educativa, pero también ha evidenciado las desigualdades. Han quedado patentes brechas de acceso, de capacidades y de uso.
El impacto del confinamiento en la educación y aprendizaje de los colectivos más vulnerables, personas con discapacidad y niños con menor acceso a las tecnologías exigirá en el curso que comienza mayores recursos en el refuerzo formativo, en el acompañamiento y evaluación individualizada. Así como en el diseño de metodologías de evaluación que sean sensibles a la igualdad de oportunidades para todo tipo de colectivos.
Para que la tecnología sirva realmente como igualador de oportunidades, se deberán tener en cuenta principalmente estas tres brechas:
⇒ De acceso. El 14% de los alumnos de bajo nivel socio económico no tienen ordenador en casa y un 44% de los alumnos solo tienen 1, según el estudio COVID-19 y Educación: problemas, respuestas y escenarios.
⇒ De capacidades. Sólo la mitad de los directivos considera que sus docentes tienen suficientes capacidades y recursos para integrar dispositivos digitales en la enseñanza.
⇒ De uso. Según el INE, existe aún un 10% de los hogares que no utilizan Internet o como mucho 1 hora.
El rol de la empresa en la reconstrucción de la educación
La aportación de las compañías durante la crisis de la COVID-19 ha quedado patente: el 70% de las iniciativas de RSE de las empresas españolas han dado respuesta a los colectivos más vulnerables, según el análisis realizado en el Informe del impacto social de las empresas frente a la COVID-19.
La COVID-19 plantea para las compañías un escenario complejo en el corto -medio plazo. Sin embargo, desde la Fundación SERES llevamos ya más de diez años comprobando cómo, al mismo tiempo, son también los entes mejor preparados para adaptarse a los cambios y ofrecer soluciones innovadoras para otros grupos de interés menos favorecidos.
En un momento como el que estamos atravesando, en el que la vuelta presencial a las aulas genera tanta incertidumbre, la empresa puede aportar sus recursos y experiencia en diferentes aspectos para garantizar una educación de calidad (ODS 4). Según el análisis realizado en el último informe de la Fundación SERES, Educación de calidad, la colaboración como solución a las brechas educativas post COVID-19, existen diferentes áreas de actuación en las que las empresas pueden contribuir significativamente en la mejora del sector educativo: apoyando a los planes de digitalización de los centros educativos, reforzando el uso eficaz de las tecnologías en la educación o diseñando programas, materiales y sistemas de conexión específicos para los alumnos con dificultades, entre otros.
Las empresas se están esforzando por ser parte de la solución. Una especie de conexión entre progreso social y económico: valor compartido como suma de valor social y valor empresarial. Es importante resolver un problema social al mismo tiempo que tenga un impacto positivo en la cuenta de resultados. Esto, además de hacer sostenible el compromiso social de las empresas, tiene una consecuencia directa en la generación de alianzas.
Este progreso se podrá acelerar si garantizamos la visión estratégica de los proyectos y posicionamos las actuaciones sociales como iniciativas clave para las organizaciones, capaces de ofrecer valor para la empresa y para la sociedad. En este sentido, garantizar una educación de calidad será prioritario, asegurando el desarrollo económico y social mediante el impulso del talento cada vez más necesario para una sociedad – ahora más que nunca- digital.
Ana Sainz, Directora de Fundación SERES.