En un día normal de trabajo en la oficina, en la escuela o laborando en casa, ¿cuántos datos ingresa usted en su computadora? Seguro no hay una respuesta clara. Se trata de una práctica que hacemos sin pensar. Hace apenas un par de décadas, los llamados “capturistas” se sentaban por horas para “capturar” datos, digitalizar cuentas en papel y llevarlo a bytes computacionales. Ellos tenían el conocimiento para ello, nosotros seguíamos construyendo información en papel.
La tecnología cambió nuestra rutina. En silencio, casi imperceptiblemente, ahora capturamos cientos de datos para sobrevivir día a día. Enviar una factura, un archivo fiscal para pagar impuestos, una solicitud de empleo, una carta de referencias, receta de cocina, inscripción para vacunación, comprobante de salud, datos de precios, ofertas, costos, pagos, etc.
Cada actividad incluye datos, números, estadísticas, razones, argumentos, información concreta. Pregunto de nuevo: ¿Cuántos datos ingresa usted en su computadora diariamente?
No hay un cálculo exacto porque son muchos datos con los que trabajamos a diario. El problema de esta estrecha relación es que nos olvidamos de los humanos y sólo trabajamos para crear datos: una vida digital.
¿Cómo hacemos para reducir nuestra “dieta” de datos? ¿Cuáles serían los datos inútiles de los que podamos prescindir?
Le ofrezco varias pistas que pueden ayudar a tener un “consumo y difusión” provechosa de los datos.
Por ejemplo, no pretendamos saber todo de los eventos de moda. La “sobre exposición” de información es apabullante, pues nos obliga a “saber” de política, de la guerra en Ucrania, del escándalo de los famosos, de la película más reciente, del teléfono de moda, de la computadora más rápida, del político más golpeado, etc. Esta práctica no es sana ni productiva, si se quieren “consumir” datos valiosos, comience por decir: “no lo sé todo; esos temas no me interesan o no quiero interesarme en ellos”.
Otra pista para reducir el consumo y el ingreso de los datos es justamente saber la utilidad para esa información. Es un reto, pero podemos distinguir aquellos datos que clasificamos como “no útiles” de los que servirán para nuestro trabajo y nuestra vida. Normalmente los datos inútiles terminarán en el correo no deseado, en la basura digital u olvidados como archivos que nunca abriremos. Antes de descargar un archivo, de revisar una noticia vale la pena preguntarse: ¿Esto realmente me será útil? ¿Abonará en mi jardín mental para plantar una idea novedosa y original? ¿Me ayuda a tomar decisiones? Si la respuesta es negativa, no lo lea ni lo descargue; le quitará tiempo borrarlo después.
Una pista más para dominar esta faceta de la vida digital es sobre nuestro uso de los aparatos intermediarios de los datos. Si quiere disminuir su dieta de datos, lo que tiene que hacer es dejar de “comer datos”, hacer a un lado el teléfono, reducir el uso. Son máquinas magnificas, pero también hacen adicta nuestra mente.
En suma, la entrada de datos es un punto central de nuestra actividad cotidiana. El arte de la vida digital consiste en dominarlo, no dejar que nos consuma cómo lo fue en su momento la radio o la televisión. Los datos son herramientas formidables para adquirir conocimientos, si sabemos usarlos adecuadamente para tomar decisiones, emitir juicios y argumentos, pero son unos pésimos amos que pueden llegar a controlar nuestra vida, ¿no cree usted?
_________________________________
El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Twitter @horus72.