Netflix sigue cambiando nuestro esquema mental. Las series, películas y documentales que nos presentan los distintos tipos de algoritmos modifican nuestra percepción del mundo y nuestro juicio sobre la vida diaria. Se han convertido en un prisma multicolor a través del cual vemos unas realidades artificiales, aunque no la realidad.
En una colaboración pasada analicé a fondo el paradigma Netflix en dos de sus características. En esta entrega analizo otras dos: control social y la distracción dirigida.
El control social, de acuerdo con el académico Talcott Parsons y su discípulo Robert Merton, se puede lograr a través de la socialización, es decir, que compartamos conceptos y contenidos con otros de tal forma que los “socialicemos”, apropiándonos de ellos para que formen parte de la opinión personal.
El paradigma Netflix promueve la socialización de ciertos contenidos. Usted ha visto que las nuevas series y películas tienen más protagonistas femeninos que masculinos. La presidenta del país más poderoso; la super soldado que se puede enfrentar a todos; la super detective, agente de policía, abogada que enfrenta a hombres poderosos. En la lucha por la igualdad de género, el empoderamiento femenino ha ganado la batalla en las pantallas. La ausencia de un equilibrio entre lo masculino y femenino altera el paradigma mental, modifica costumbres, hábitos, tradiciones, reglas de sociedades enteras que aceptan este empoderamiento.
Bajo este control social del paradigma Netflix también se rompe el paradigma de la milicia heroica sin manchas. Las películas bélicas se centran en descubrir los errores que no debieron pasar, héroes que debieron ser reconocidos, soldados que deberían ser premiados y son marginados de las sociedades. Este paradigma también ha migrado de Netflix a las series de Amazon Prime y Star+, donde los soldados y las películas han aumentado.
Otro efecto del paradigma Netflix es lo que llamo “distracción dirigida”, un complemento del control social: En este caso, el paradigma nos distrae con objetivos precisos para romper paradigmas tradicionales, ha migrado a Disney+ donde podemos ver series LGBTT+ con tres padres varones, con sólo mujeres que forman un familia, películas de Marvel que aceptan la homosexualidad, pero lejos de pensar en la batalla del género van más allá, con series que ponen en igualdad de derechos a zombies, hombres lobo y seres humanos. En aras de impulsar la inclusión, cualquiera debe ser aceptado sin importar del mundo del que provenga. Lo importante es distraer, detonar la discusión, buscar la división.
La distracción dirigida, además, usa las biografías de famosos para regresarnos al pasado, para que nos olvidemos de lo difícil del presente y que los nazis y Anna Frank son los eventos inolvidables. Una regresión al pasado para compararnos con el presente (¿Ucrania?).
Una distracción dirigida que antes se movió en función del narcotráfico, carteles y sicarios, pero que hoy son asesinos seriales super inteligentes, submarinos manipulados, inteligencias artificiales malévolas que cobran vida propia.
El paradigma Netflix no sólo es un negocio sino una ideología que busca influir en mentes y corazones de los televidentes. ¿Dónde quedó el arte del cine? ¿Dónde quedaron las actuaciones memorables de los actores, sus gestos, sus miradas? ¿Dónde quedaron los guiones originales y creativos? ¿Dónde quedaron los “giros de tuerca” sorprendentes? Lo que vemos es un conjunto de formatos hechos, fórmulas probadas para distraer y controlar, controlar y distraer mientras el mundo se cae a pedazos. Los políticos polarizan a las naciones y al medio ambiente le urgen respuestas. Mientras tanto, nosotros seguimos consumiendo paradigmas de Netflix.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Twitter @horus72.