Hay un teléfono celular que está triste. Nadie lo usa esta navidad. Se olvidaron de comprarle funda, batería, cargador nuevo. En años anteriores era el consentido de sus dueños. Su memoria RAM y su disco duro lo recuerdan claramente: se enviaron miles de selfies, fotografías familiares, de amigos, de parejas, de la fiesta y de la parranda.
Antes de la nochebuena se enviaban felicitaciones por su cuenta de WhatsApp, Telegram, etc. Felicitaciones que se escribían una sola vez, acompañadas por algún emoji, simulando un abrazo virtual, un árbol navideño, alguna esfera o un motivo de felicidad.
Abrazos, besos, júbilo y alegría rebosaron en esos mensajes que nadie sabe qué reacción causaron; si fueron borrados, vistos o almacenados. Mensajes perdidos, o encontrados, de una navidad superficial.
Por si fuera poco, también el celular llora que sus redes sociales están más vacías que nunca: nadie usó Facebook, Instagram o TikTok para mandar algún reel, responder una solicitud de amistad de un personaje perdido de nuestra vida, o darle like a alguna publicación navideña original, graciosa o superficial que mandó “alguien” que no conocemos, pero que suena bien lo que publicó.
En esta ocasión no hay mensajes, respuestas, likes o contenidos. Sus redes lloran este desaire inédito. ¿Qué ha pasado? ¿Acaso el usuario ha muerto? ¿Hackearon su cuenta?
Nada de eso. ¡Una experiencia de vida –enfermedad, trabajo, fallecimiento de un pariente cercano–, le cambiaron la perspectiva!
Ahora el usuario de ese celular prefirió abandonar la vida digital y regresar a la vida real, al contacto humano, a devolver la esperanza.
Cambió el celular y el internet por la llamada personal, la felicitación de boca a boca. Quiso de nuevo escuchar la voz del ser querido, oírlo decir las palabras mágicas de la temporada. Y entonces regresaron las llamadas para fijar una cita de una “reunión física”, un café, un restaurante, un almuerzo, un desayuno tardío sin prisas. Un momento donde los cuerpos se ven y las almas se tocan, se miran a los ojos del otro para encontrar su corazón y despedirse con un fuerte abrazo.
Sensaciones verdaderas, que no se comparan al emoji sonriente, like o reel que intenta “mostrar” cuánto nos queremos a la distancia, por internet, sin cercanía ni esfuerzo.
El celular se quedó sin las series navideñas del streaming. Ya no lo usan para ver la película navideña de moda en Netflix, Amazon Prime, Max o Disney+, porque el usuario entendió que quedarse “pegado” a las series lo aislaba aún más. Y cuando acababa el capitulo de una de ellas, reproducía el siguiente para no sentir el vacío de tiempo que le recuerda lo solitario que estaba y la tristeza que lo embargaba.
Hoy, ese celular sin navidad puede ver la felicidad de otros reflejada en su pantalla plana. Una felicidad que no puede compartir… por diversas circunstancias.
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El autor de la columna Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en [email protected] y en la cuenta de Threads @horus72.