En días recientes hemos escuchado dos noticias internacionales que incumben a las redes sociales y a la seguridad nacional. Así es, esas redes de comunicación que algún día pensamos que sólo servían para jugar y “chismear”, se han convertido en el centro de discusión referente a la seguridad nacional.
En primer lugar, la noticia referente al contratista de inteligencia Edward Snowden, que reveló que Estados Unidos mantiene un continuo espionaje a sus usuarios de redes sociales e internet, así como a diversos gobiernos a través del mundo. Es decir, estamos viendo que actualmente los gobiernos (Estados Unidos no es el único), perciben una amenaza latente en las redes sociales, principalmente por su facilidad de difusión de información, que en algunos casos las autoridades pudieran considerar “nociva para las naciones”.
En segundo lugar, observamos el papel que han jugado las redes sociales en la creación y difusión de protestas sociales, en este caso las marchas de inconformidad presenciadas en Brasil. Asimismo, hemos visto este rol fundamental que dicha herramienta ha tenido en la organización y divulgación de movimientos como la llamada “primavera árabe”, Ocupied Wallstreet, los indignados en España y, más recientemente, los movimientos en Turquía.
Ya se ha anunciado que los servicios secretos brasileños han comenzado a vigilar las redes sociales, preocupados por las crecientes protestas que han alcanzado ya 80 ciudades de Brasil. Es aquí donde surge el cuestionamiento acerca de hasta dónde se debe permitir la libre expresión en las redes sociales o bien, la vigilancia y censura de estos medios.
No es la primera vez que los gobiernos han encarado la tentación de supervisar y hasta restringir la comunicación por estos medios debido a la facilidad con la que se pueden organizar conflictos sociales. Tal es el caso de Egipto, que a inicios de 2011 suspendió la comunicación por medio de redes sociales e incluso el uso internet de todos sus ciudadanos.
En esta nueva era donde el Homo Telecom u hombre conectado ya no sólo busca recibir información sino generarla, las injusticias sociales e inequidades están más expuestas que nunca. Por lo tanto, debemos asumir la responsabilidad de las consecuencias que nuestras relaciones en línea pueden tener, ya que los ciudadanos no sólo estamos elaborando una creciente interacción, sino mediante el poder de información que tienen las redes sociales, están cambiando nuestro mundo y la manera en que lo vivimos.
Actualmente las redes sociales en México tienen una penetración de 85% entre los internautas, sumando un total de 34.7 millones de cuentas. Con ello, las redes sociales se convierten en un medio más de difusión para todos sus usuarios, contribuyendo de manera importante a la libertad de expresión.
No nos debe extrañar que en los próximos años las redes sociales jueguen un papel todavía mayor en las decisiones y el actuar político de los individuos, conforme el internet permea hacia todos los niveles socioeconómicos del país. Entonces, tenemos que ser maduros, tanto como sociedad como nación, para lograr manejar estos instrumentos de la manera más benéfica para la sociedad y saber utilizarlos para generar mayor bienestar y crecimiento para el país. Incorporarlos como instrumento democratizador e incluyente en una sociedad con limitantes pero a la vez con grandes oportunidades resulta fundamental en esta era de convergencia tecnológica.
Por Ernesto Piedras y Carlos Hernández
Ernesto Piedras es director general de The Competitive Intelligence Unit, S.C., consultora de análisis económico especializada en telecomunicaciones e Industrias Culturales. Puede contactarlo en epiedras@the-ciu.net y seguirlo en Twitter: @ernestopiedras. Carlos Hernández es director de Investigación en Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones. Puede contactarlo en carlos.hernandez@the-ciu.net.