Al igual que otros sectores, el agrícola ha experimentado en los años recientes una acelerada transformación digital que está cambiando considerablemente la manera en que se producen, venden y consumen los alimentos. A la par, los agricultores ven la urgencia de implementar prácticas más sostenibles que no sacrifiquen la eficiencia y la rentabilidad de sus cultivos.
Y esto cobra mayor relevancia en el contexto global, donde los consumidores se enfocan aún más en su salud y bienestar, en la protección del ambiente y en la responsabilidad social, por lo que están ávidos de conocer información detallada sobre los alimentos que consumen, la experiencia que reciben y, a partir de esto, tomar decisiones.
En consecuencia, los agricultores se están planteando como objetivo crear cultivos “inteligentes” aprovechando la ciencia, la biología y una gama de tecnologías que les permita aumentar y proteger el rendimiento de sus cosechas, al tiempo de mejorar exponencialmente la eficiencia de los recursos con los que cuentan.
Los beneficios potenciales de aprovechar las innovaciones tecnológicas y privilegiar un negocio sustentable se refleja en tres ámbitos clave: económicos, ambientales y sociales. De este modo, innovaciones como la analítica, Big Data, la inteligencia artificial, los drones, los sensores, el Internet de las Cosas (IoT) e imágenes satelitales, entre otros, se convierten en herramientas fundamentales para optimizar la productividad y rentabilidad de los cultivos.
Su uso, y el avance en digitalización resultante, contribuyen a elevar el conocimiento, que éste se utilice de mejor forma para desarrollar sistemas sostenibles y permitir que los productores se encuentren en una mejor posición para afrontar los desafíos económicos, ambientales y sociales.
Los impactos en el mediano a largo plazo que pueden observarse se concentran en tres rubros clave. Por un lado, la digitalización es percibida como una mejora transaccional. Esto significa que mediante la digitalización, los procesos se vuelven más eficientes y rápidos, lo que permite que los productores puedan dedicar más tiempo a acciones concretas que añadan valor.
Por otra parte, la analítica, el almacenamiento y correlación de datos, junto con el Big Data, permiten generar reportes y hacer predicciones precisas para que los agricultores puedan optimizar el uso de cada uno de los recursos que utilizan en los campos.
Finalmente, los niveles de bióxido de carbono en la atmósfera pueden reducirse al minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero, contribuyendo así al saneamiento del planeta y preparar las condiciones para un futuro más amigable con el medio ambiente.
La digitalización necesita también responder a un modelo de negocio concreto y adaptarse a las características de cada país. En este sentido, es fundamental diseñar una política pública que amplíe la equidad en el acceso y uso de las tecnologías de información, y agilice el acceso a datos climatológicos, precios de mercado, productos, semillas, riego, maquinaria y otras áreas específicas del quehacer agrícola.
Más aún, a través de la tecnología es posible comprender en tiempo real cómo se comportan los cultivos, los campos y prever con mayor precisión cuál será su rendimiento en un momento dado.
Con esta información vital, los agricultores pueden tomar decisiones estratégicas que tienen una influencia importante en la temporada de cultivo y dar forma a la siguiente, lo que impulsa su productividad, ayuda al medio ambiente y a la sostenibilidad de los recursos.
De este modo, mediante las plataformas digitales, los agricultores pueden gestionar más efectivamente sus tierras, manejar mejor sus recursos para elevar su productividad y asegurar la sustentabilidad y la eficiencia hoy y en el futuro.
________________________
Juan Lariguet, Director de Marketing para Corteva Agriscience, Región Mesoandina.