Actualmente, la adopción acelerada de tecnologías emergentes, como la inteligencia artificial (IA), las aplicaciones móviles (apps), la telemedicina (TM), los wearables y el internet de las cosas (IoC), está transformando el sector de la salud y promete avances significativos. Sin embargo, estas innovaciones también implican desafíos éticos que no tienen que subestimarse.
Evitar los errores del pasado
“La bioética no pretende frenar el desarrollo tecnológico, sino humanizarlo”, señala Oriol Yuguero, coordinador del grupo de investigación Ética, Equidad y Herramientas Digitales para la Mejora de la Salud, el eRLab, del eHealth Center de la UOC. Yuguero, que también es director clínico de Urgencias y Emergencias del Hospital Arnau de Vilanova de Lleida, subraya la importancia de incorporar consideraciones éticas a medida que la tecnología redefine el panorama de la atención médica. “Es fundamental considerar las repercusiones éticas de nuestras acciones hoy, para evitar los errores del pasado y asegurar un futuro más justo y equitativo”, añade.
A lo largo de la historia, los adelantos científicos han ido acompañados de debates éticos que han resurgido, especialmente después de evidenciarse consecuencias negativas no previstas. En este sentido, los especialistas recuerdan la importancia de analizar y anticipar las consecuencias a medio y largo plazo de las nuevas tecnologías, tal y como exponía un equipo liderado por Oriol Yuguero en un artículo de acceso abierto publicado recientemente.
Como señalan los especialistas, cada avance en salud digital viene acompañado de dilemas únicos:
La inteligencia artificial plantea retos sobre la confidencialidad de los datos de los pacientes y el riesgo de sesgos algorítmicos que podrían perpetuar desigualdades.
Las aplicaciones móviles empoderen a los pacientes, pero también generan preguntas sobre la equidad en el acceso y la seguridad de la información personal.
La telemedicina, que busca democratizar el acceso a los servicios médicos, debe evitar incrementar la brecha digital y tiene que garantizar la calidad de la atención.
Los wearables y el IdC, al recopilar datos de salud de forma continua, requieren una gestión ética que proteja la privacidad y minimice posibles daños.
Bioética en las facultades
Desde la perspectiva bioética, abordar estos retos implica garantizar prácticas seguras, justas y respetuosas con la dignidad humana. La formación en bioética emerge como una herramienta imprescindible para los profesionales de la salud, que deben hacer frente a estas cuestiones complejas. “La educación bioética tiene que integrarse en las facultades y proporcionar a los futuros profesionales el marco necesario para evaluar el propósito y las implicaciones éticas de cada progreso tecnológico”, sostienen los expertos.
La sociedad se encuentra en una encrucijada: adaptar la bioética a los desafíos del siglo XXI para asegurar que el progreso no deje atrás nuestros principios fundamentales. Al priorizar un enfoque ético en el desarrollo tecnológico, se puede avanzar hacia un futuro digital más inclusivo, seguro y centrado en el bienestar de los individuos. “Cada paso hacia el progreso tiene que estar anclado en valores éticos sólidos, para que las futuras generaciones puedan afirmar con orgullo que no sacrificamos nuestros principios por el camino”, proclama Yuguero.