Horas después de la elección presidencial del 2018, López Obrador agradecía a las “benditas redes sociales” que le ayudaron a conseguir la victoria. Seis años más tarde, las mismas redes sociales siguen construyendo la polarización política que vivimos, dividiendo cada vez más a los mexicanos.
A unos días de iniciar la campaña presidencial del 2024, dos hechos parecen determinar cuál será la estrategia de las campañas. El primero es el hashtag #NarcoPresidente que circula en redes sociales desde hace algunas semanas. El segundo hecho son las filtraciones de números telefónicos de políticos y funcionarios después de que el Presidente diera a conocer el de una periodista de The New York Times (NYT) en su conferencia diaria. Analicemos cada uno de ellos.
Las etiquetas o hashtag apuntan el centro de la conversación y del debate en X (antes Twitter). Han sido el eje de discusiones y colocado tanto a personas – #Lords y #Ladies– como a los eventos – #BlackLivesMatter– en el centro de la polémica. El hecho de desprestigiar al presidente mexicano no es nuevo. Se ha tratado en varias ocasiones a lo largo del sexenio, desde la prensa tradicional como desde Internet. Pero el mandatario parece inmune a esas estrategias, su popularidad –superior al 60 por ciento– ha disminuido poco.
Una de las explicaciones es que su base electoral no se encuentra en estas redes sociales, sino en otros segmentos de población que generacionalmente aún escuchan la radio y la televisión tradicional. Por otro lado, los ataques han sido poco efectivos vinculados hacia su persona o su liderazgo, pero sin que exista una oposición ideológica o personal sólida y fuerte que pueda generar un desgaste sistemático y efectivo.
Una de los efectos de esta estrategia es la evolución del etiquetado. Comenzó con NarcoPresidenteAMLO y ha seguido hasta NarcoPresidenteAMLO10. Logrando más de 170 millones de menciones en las últimas semanas. Esta etiqueta se combina con #NarcoCandidataSheinbaum, que también busca desprestigiar a la aspirante presidencial.
El segundo hecho fue la exposición pública del numero de teléfono de la editora del NYT, Natalie Kitroeff, como resultado del reportaje realizado por ese medio, para el cual se entrevistó a narcotraficantes encarcelados en Estados Unidos quienes mencionan la presunta relación entre algunos políticos mexicanos y los cárteles. Esto es resultado de una cadena de acontecimientos previos, comenzando por el reportaje en ProPublica, de Tim Golden, quien afirma que sus fuentes de la DEA mencionan un donativo de 2 millones de dólares para la campaña presidencial del 2006. En seguida vino el reportaje del NYT con la supuesta exposición del número telefónico.
Esta acción no parece ser un error intencional para desprestigiar a la periodista, sino más bien se trata de desviar la atención pública en una discusión sobre los datos privados, en lugar del contenido de la nota de corrupción en campañas políticas.
Estos dos eventos se conectan entre sí porque las redes sociales y los medios tradicionales lo han debatido en la opinión pública, desviando la atención mediática de los candidatos presidenciales y de sus campañas.
Esta será la estrategia que veremos en esta elección presidencial: desviar la atención pública de temas cruciales para decidir el destino del país, apelando al encono, al miedo y la discordia más que a la construcción y a la unidad. Los ciudadanos tendremos la última palabra de cuál camino queremos seguir.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Threads @horus72.