En 2010 ha quedado claro que la ciberseguridad debe ser considerada un ámbito clave para la auténtica seguridad de cualquier país. Ha sido el año en que los militares de Estados Unidos y su gobierno se llevaron una desagradable e inesperada sorpresa.
El año empezó mal con Aurora, que fue atribuido a China. La alerta fue considerable, y algunos gobiernos de la Unión Europea advirtieron a sus ciudadanos de las vulnerabilidades de Internet Explorer, así como Hillary Clinton mostró una gran preocupación tanto por la seguridad cibernética como la geopolítica en relación a esta operación, fueron momentos críticos.
Asimismo, los Estados Unidos volvieron a sentir una gran incertidumbre cuando en abril se mostró el inquietante vídeo “asesinato colateral”, que filtró imágenes de un helicóptero de combate estadounidense ametrallando y asesinando a iraquíes en el terreno, que finalmente resultaron ser civiles desarmados y periodistas.
Otro hecho destacable fueron las filtraciones de WikiLeaks, que comenzaron con videos clasificados de los Estados Unidos, pasando por documentos de la guerra de Afganistán y terminando con la publicación de los cables diplomáticos del país. Ante la presión de Estados Unidos, Julian Assange, editor de WikiLeaks, tuvo que trasladar sus servidores a un antiguo búnker nuclear en Estocolmo. Ante este panorama, no es de extrañar Bruce Schneier, criptógrafo y experto en seguridad informática, quiera que los Estados Unidos y Rusia establezcan una línea directa de seguridad cibernética. ¿Y la estafa más bizarra del año? Al músico más rico de Nueva York le estafaron 20 millones de dólares después de llevar su portátil a eliminar un virus que jamás existió. Aunque la mayor “trampa” sobre seguridad del año, probablemente fue el caso de un cuidador de una escuela que colocó pornografía infantil en una computadora portátil de su jefe para conseguir lo despidiesen (aunque le atraparon).