El 2019 ha sido una fuente de noticias interesantes para América Latina, sobretodo cuando hablamos de la creación de la identidad digital para los millones de ciudadanos. En el caso de Brasil, el gobierno federal otorgó a partir de la segunda mitad del año, el permiso para la creación de el DNI: Documento Nacional de Identidad, similar al INE en México o la CURP.
Este primer paso resulta muy importante, pues sigue la misma dirección que países como India, Botswana, Nepal y Nigeria que ya lo han aplicado recientemente. Aunque cada uno tiene sus propias peculiaridades, considerando las divergencias de cultura, historia, personas y tantos otros detalles, todos han desarrollado estrategias con una cosa en común: son lo que llamamos proyectos de identidad centrados en el ciudadano.
¿Qué significa esto en el día a día?, representa un cambio cultural en el que ya no se divide el papel de la identificación en un gran número de agencias y organismos públicos, cada uno con su propia base de datos, para posicionar al ciudadano y su información personal (su imagen digital, su cara, su iris) en el núcleo de la estrategia de identidad, es decir, dicha información es centralizada en un sólo sistema.
Intercambiamos una multitud de bases de datos gubernamentales, alimentadas por bases de información de cada individuo y por múltiples documentos, como son documentos de identidad nacionales, licencias de conducir, pasaportes y tarjetas de seguro de salud, lo cual llamamos técnicamente interoperabilidad. Detrás de este complejo universo de datos, hemos cultivado un concepto simple: una plataforma biométrica que sea responsable de proporcionar todos los datos de un ciudadano, sin la necesidad de múltiples actualizaciones y sin el riesgo de multiplicidad de datos.
La multiplicidad de datos representa el principal desafío, tanto para gobiernos como para ciudadanos. La falta de consistencia de esta información supone un gran riesgo para ambas partes: para la persona que desea hacer uso de su seguridad social y para el estado que necesita emitirla, sin dejar probabilidad alguna para el fraude.
Por ejemplo, en 2017, Botswana creó una plataforma multibiométrica única para varios departamentos gubernamentales en un proyecto que arrancó con la información proporcionada por el registro local de identidades del Servicio de Policía. En el mismo año, Nigeria mejoró su sistema de identificación biométrica automática con el objetivo de armonizar todas las bases de datos de agencias federales en una sola plataforma. El año pasado, fue Nepal el que lanzó una tarjeta inteligente para brindar acceso a los servicios públicos, así como para autorizar la concesión de beneficios de seguridad social.
Sin embargo, el caso más relevante para abordar la identidad centrada en el ciudadano es la India. A través del proyecto Aadhaar, que comenzó a implementarse en 2010, el gobierno local llevó a cabo el registro biométrico de 1.200 millones de ciudadanos, brindando acceso a una amplia gama de servicios públicos y privados, desde la verificación de identidad hasta la liberación de subsidios gubernamentales y transacciones en cajeros automáticos.
Una razón para elogiar es la búsqueda de una inteligencia centrada en el ciudadano que genere beneficios claros para todos los involucrados: el gobierno dará un paso importante para evitar el fraude y la pérdida de fondos públicos; el ciudadano tendrá una experiencia positiva e integrada al tratar con los sistemas e iniciativas de servicio público y, quizás en el futuro, también se integrará con el sector privado.
Por Marcelo Annarumma, Presidente de IDEMIA para América Latina