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Cuando el futuro –digital– nos alcance

¿En qué momento los usuarios de redes sociales se convierten en jueces soberanos de toda la actividad en la Web – y fuera de ella? El caso Assange expone los pros y contras de la libertad de expresión en internet.

 

Julian Assange se ganó la atención de la gente por divulgar información de interés público que ciertas organizaciones y gobiernos intentaban ocultar. Valiéndose de la libertad de expresión en internet consiguió difundir cientos de secretos, incluyendo asesinatos extrajudiciales en Kenia, diarios de guerra del ejército estadounidense en Afganistán, registros de la guerra de Irak y muchas otras cosas.

Su trabajo le ha ganado seguidores pero también el odio de diversos detractores, como el  Departamento de Defensa de los Estados Unidos, que resultó afectado por las filtraciones. De hecho, el Pentágono activó un equipo de 120 personas para frenar los efectos de estas filtraciones; más aún, esta instancia gubernamental ha declarado que la información divulgada por WikiLeaks pone en peligro la vida de muchas personas.

No en balde diversos empresarios y funcionarios de gobierno han solicitado la captura y juicio de Assange, entre ellos Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y ex candidata a vicepresidenta por el Partido Republicano; Bill O’Reilly, presentador de la cadena FOX, y Tom Flanagan, asesor del primer ministro del gobierno de Canadá. O’Reilly y Flanagan incluso han externado que Assange y sus partidarios de WikiLeaks deberían ser asesinados.

Y es que, ¿qué otra reacción se puede esperar cuando se les pisan los callos a las autoridades? Si uno se pone al “tú por tú” con los ‘grandes’, definitivamente debe estar preparado para aguantar el contragolpe y responder efectivamente.

La razón por la que Assange sigue vivo es porque divulgó la información que obtuvo. De habérsela quedado, o de haberla difundido únicamente entre un pequeño grupo de contactos, ya nadie sabría de él. Pero fue listo: tras abrir la caja de Pandora supo que toda esa información era demasiada para cargarla él solo. Al difundir tantos secretos se puso en la mira de los medios y de todos los ciudadanos, se convirtió en figura pública… y no es posible desaparecer a una personalidad sin suscitar sospechas cuando se tienen los ojos del mundo encima.

Fama y persecución

Julian Assange no solamente se ganó el apoyo de miles de seguidores, sino que su trabajo de investigación lo hizo acreedor a diversos premios de periodismo y reconocimientos por su influencia, como los otorgados por Time y Le Monde.

Algunas figuras públicas de diversos gobiernos han expresado su apoyo a la causa de Assange y WikiLeaks. El congresista republicano por Texas, Ron Paul, opina que una sociedad libre debería saber la verdad y “si difundir la verdad se convierte en traición a la patria, entonces estamos en graves problemas”. Michael Moore lo apoyó financieramente; Lula da Silva, presidente de Brasil, lo ha defendido públicamente, y funcionarios del gobierno de Ecuador recientemente le concedieron asilo político en la embajada de Londres, Inglaterra.

No es de extrañar que una causa como esta fuera acogida por grupos hacktivistas, como Anonymous, cuyos miembros atacaron en diciembre de 2010 los sitios web de MasterCard y la fiscalía de Suecia en apoyo a WikiLeaks, bajo la operación Payback (#OpPayback). Los ataques DDoS del colectivo hacktivista fueron resultado de la detención de Julian Assange el 7 de diciembre de 2010. ¿Los cargos? Nada que ver con las filtraciones, por supuesto, aún cuando tenía antecedentes de haber sido arrestado en 1991 por acceder ilegalmente a equipos de cómputo de una universidad australiana, una compañía de telecomunicaciones y otras empresas.

Tal como Al Capone fue arrestado y enjuiciado por no pagar impuestos, a Julian Assange se le encontró un motivo para ser procesado: cargos de violación, acoso sexual y coacción a dos mujeres en Suecia, nación particularmente defensora de los derechos sexuales de las mujeres.

Assange huyó de ese país, lo que detonó la solicitud de intervención de la Interpol. Esta agencia emitió entonces alerta de máxima prioridad para la búsqueda y captura del directivo de WikiLeaks. Es curioso que con tanto delincuente suelto por ahí, incluyendo asesinos y sociópatas, Assange fuera perseguido con un grado de alerta roja… Aquí es donde los seguidores se cuestionan si realmente se le procesará por violación o se trata de una persecución política.

No sería la primera vez que un caso de rebeldía contra las autoridades sea perseguido, pero gracias a internet y las redes sociales, las actividades quedan documentadas, se difunden y generan reacciones en contra de los gobiernos o autoridades, que aparecen como entidades represoras de la libertad de expresión.

El editor online de nuestra publicación hermana, PCWorld México, escribió en su blog sobre el caso Pussy Riot (http://www.pcworld.com.mx/Articulos/24863.htm) y el castigo que recibieron tres de los miembros de este grupo ruso, quienes fueron arrestadas por protestar contra Vladimir Putin en un video grabado sin permiso en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú. Fueron condenadas a dos años de cárcel, acusadas de vandalismo. En esta ocasión, la revolución generada en redes sociales no sirvió de mucho contra la sentencia de las autoridades rusas.

Assange ha tenido más suerte. Arrestado en Inglaterra, fue puesto en libertad bajo fianza días después. Pero en febrero de 2011 un juez británico autorizó su extradición a Suecia, lo que despertó los temores de sus defensores ya que ese país podría facilitar la extradición de Julian a Estados Unidos, en donde buscan juzgarlo por espionaje y traición, con la posible condena de la pena de muerte.

¿Hasta dónde llega la libertad de expresión en internet?

Assange dice que WikiLeaks ha publicado más documentos clasificados que toda la prensa mundial junta. “No lo digo para demostrar nuestro éxito, sino para mostrar el alarmante estado del resto de los medios de comunicación. ¿Cómo es que un equipo de cinco personas ha llegado a mostrarle al público la información más reprimida? Es vergonzoso.”

Y tiene razón. Pero tratando de ser objetivos, hay que poner sobre la balanza los pros y los contras de sus acciones. ¿Fue legal la forma en que obtuvo la información que ha filtrado en WikiLeaks? Lo dudo mucho. Aún cuando Kevin RuddJulian Assange, fundador de WikiLeaks, ministro australiano de Exteriores, opina que el responsable legal es el autor inicial de las fugas, así como el propio gobierno de Estados Unidos, por perder esa información, yo no creo que a Julian Assange le hayan llegado los datos como un golpe de suerte, caídos del cielo. De ser así, entonces no merecería los premios a la investigación periodística que le han otorgado.

No, es obvio que el equipo de WikiLeaks estuvo husmeando, utilizando técnicas de espionaje y hackeo, incluso coerción para obtener la información. No dudo que de manera voluntaria algunos empleados de las instituciones afectadas por las filtraciones hayan cooperado, proporcionando grandes cantidades de información. ¿Eso lo hace legal? Cualquier abogado diría que no.

Y aquí es donde pisamos el delicado suelo de los criterios personales. Hace poco platicaba con un colega sobre este tema, y su percepción es que se debe tomar en cuenta que esa información debía darse a conocer. El fin justifica los medios, es un dicho popular. Pero a nivel legal incluso Robin Hood debería ser procesado por robar, aún cuando ese dinero fuera destinado a los pobres.

Lamentablemente, dentro del marco legal no es aceptable ninguna forma de robo o sustracción de información o propiedad privada, independientemente de cuál sea la finalidad. Por ello, Assange será arrestado si pone un pie fuera de la embajada de Ecuador en Inglaterra. Y esto no cambiará a pesar de todas las protestas virtuales y físicas que realicen los seguidores del fundador de WikiLeaks.

Los usuarios de redes sociales podemos manifestarnos cuanto queramos, pero eso no nos convierte en jueces con autoridad legal para determinar lo que es justo y lo que no lo es. Tenemos, como colectivo ciudadano, cierta autoridad moral para vigilar lo que sucede en internet y el mundo real. Pero no debemos perder de vista que los Estados cuentan con poderes legislativos y judiciales que emiten leyes y se encargan de velar por su cumplimiento… algunas veces, en detrimento de nuestras libertades en aras de la protección de los intereses de unos cuantos.

Así, resulta que algunas manifestaciones pueden ser reprimidas; protestantes son encarcelados y los luchadores sociales, perseguidos. Ante la luz de los hechos, es claro que los cargos de abuso sexual que se le imputan a Julian Assange pueden no ser ciertos, pero ¿qué esperaban? Después de difundir tal cantidad de secretos, me pregunto si puede dormir tranquilo o se cuestiona, cada noche, si ésa será la última ocasión que duerma en libertad.

Estoy segura que conoce las consecuencias de sus actos. No por nada guardó, a modo de garantía, un archivo cifrado de casi 1.4GB que contiene, a decir suyo, documentos secretos mucho más escandalosos y comprometedores de los que ya fueron filtrados.

A estas alturas, estoy tan intrigada por esos contenidos como cualquier persona con un mínimo de curiosidad. Y aunque aplaudo la labor del equipo de WikiLeaks y reconozco los beneficios sociales de dar a conocer la verdad, no puedo cerrar los ojos a otra verdad: Julian Assange y su gente cometieron un ilícito (o varios). Y, en términos legales, el fin no justifica los medios. No importa cuántos partidarios de la libertad de expresión en internet salten ante esta declaración: el robo de información privada es eso, robo de información. Y es un delito penalizado en la mayoría de los países.

Tal vez Assange no sea culpable de violación y su arresto sea injusto. Pero sí es culpable de espionaje, y eso lo sabe bien. Por eso no puede permitir que lo vuelvan a detener, porque sabe que llegará la hora de pagar la factura, y el precio a pagar es muy alto.

– Por Lizzette Pérez Arbesú

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