En el contexto del combate a la corrupción es necesario entender el fenómeno del “cash”, palabra del idioma inglés traducida como dinero en efectivo. En México, el uso del efectivo para las transacciones es un sistema de interacciones, necesario de explicar para proponer su solución.

El sistema del cash permite torcer la ley. Es la manera en que circula la “mordida” del oficial de tránsito para pagar multa; sobornar al policía para que no vaya a la cárcel; “comprar” al aduanero para que deje pasar contrabando o droga. El dinero en efectivo no tiene rastro, se pierde en las manos de miles de mexicanos.

Se ha convertido en el sistema por excelencia para aumentar la impunidad. Los “cañonazos” de 50 mil pesos que comenzó el prócer del PRI, Álvaro Obregón, para comprar diputados, se han convertido en millones, que lo mismo es efectivo o regalos suntuosos, casas, autos, viajes, departamentos, etc.

El problema de rastrear el “cash” es que no pasa por las cuentas bancarias tradicionales, se mueve “por debajo del agua” porque todo se puede pagar en efectivo.

Recientemente las leyes anti-lavado de dinero se han fortalecido. Ahora las compras de inmuebles deben registrarse por transferencias bancarias, igualmente las compras de automóviles nuevos, y en todos los casos deben reportarse a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, pero no así los autos usados, ni los predios que se mueven en el submundo de las transacciones dudosas.

El manejo del efectivo es un mundo económico alterno: el mejor de los mundos porque evade impuestos, pagos a empleados, prestaciones salariales. Millones de mexicanos lo usan en los tianguis, en sus negocios lícitos e ilícitos. Por eso la resistencia a impulsar la bancarización, el pago en línea, pagos con tarjetas, pagos por contacto como ya se usa en otros países. Ese dinero dejaría un rastro, exhibiría la corrupción, terminaría con el “sistema del cash”

La mejor forma de terminar la corrupción es cerrarle la llave al efectivo. Por eso la oposición a todas las políticas de digitalización gubernamental, de e-gobierno como las transacciones en línea, pagos de impuestos y multas, pagos con tarjeta a las multas de tránsito. Todo ello significaría anular ese mundo del cash, terminaría el imperio de la “mordida” y llegaría el estado de derecho.

El mayor reto para implementar un gobierno digital y por ello un gobierno abierto no es la tecnología, ni la brecha digital, ni siquiera el costo de las computadoras o del Internet: es un combate frontal contra el cash.

Hace falta una voluntad política que quiera eliminar el mundo de la economía informal y pasar a una economía formal, transparente, expuesta al escrutinio público, inmediato y contundente de datos abiertos.

La mejor solución para acabar con el efectivo es la digitalización de los procesos. La bancarización no basta; aún podrían hacerse las transacciones ilegales, disfrazar la transferencias de fondos (criptomonedas incluidas). Lo que genera la transformación digital del gobierno es que todos los procesos (todos) pasen por la computadora, por el sistema de información gubernamental que permita la captura, registro, almacenamiento, clasificación y protección de los datos gubernamentales relacionados con dinero público: licitaciones, pagos, presupuestos, etc. En otras palabras, un gobierno digital efectivo y eficiente. Esa es la solución para terminar de una vez por todas con el cash.

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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Twitter @horus72.