Estados Unidos ha sido históricamente la primera potencia tecnológica mundial tanto en el terreno de la innovación como en el de la inversión en nuevas tecnologías. De hecho, estamos hablando del país que financió y creó Internet, uno de los hitos más importantes de los últimos tiempos. Pero una amenaza interna acecha el liderazgo TIC del país. Y no es otra que el propio presidente Donald Trump. El presupuesto que pretende aprobar puede hacer del líder una mera comparsa en el actual tablero global.
Es más, el país mira con recelo como el magnate pretende acabar con la buena sintonía tradicional entre demócratas y republicanos en el campo de la ciencia y la tecnología. Desde mediados del siglo XIX ambos bandos mantienen acuerdos y conversaciones que han hecho de los Estados Unidos un pionero de la revolución tecnológica.
A pesar de que falta por culminar muchos detalles sobre los nuevos presupuestos, todo hace indicar que éstos experimentarán el mayor recorte jamás visto lo que otorgaría grandes ventajas a sus rivales. Por ejemplo, China podría asegurarse el liderazgo en supercomputación y “socavar partes rentables en la economía de los Estados Unidos”, según un informe interno. Además, la región de Asia Pacífica se haría con la mayor parte del mercado de la robótica. En 2016, otro estudio ponía de relieve que los países asiáticos habían mejorado la labor norteamericana en cuanto a inteligencia artificial y deep learning.
Bajo el plan de Trump, el dinero para los Institutos Nacionales de Salud se reduciría un 18%, los programas científicos de la Agencia de Protección Ambiental caerían un 40% (incluyendo toda la investigación sobre el cambio climático), y la National Scien Foundation, que entre otras cosas proporciona fondos de investigación para la ingeniería informática, perdería un 10% de sus ingresos. “Dado que las agencias financian una gran cantidad de investigación en universidades, los recortes pueden acabar prematuramente con muchas carreras para la próxima generación de investigadores”.
Estos recortes vienen marcados por unos tiempos que ya hacían pensar que los Estados Unidos ya estaban cediendo parte de su supremacía tecnológica a otras potencias. Y llegan en medio de la confusión y el enfado de la industria respecto a la figura del presidente.