Los algoritmos son el cerebro de la inteligencia artificial. La manera que funciona cualquiera de sus programas es usando estas secuencias automatizadas de tareas que se realizan en unos cuantos segundos. Hoy vivimos dentro de algoritmos. Los encontramos al levantar el teléfono celular y al enviar un mensaje, hacer una llamada o realizar una búsqueda. Los tenemos cuando pagamos impuestos, cobramos un servicio o solicitamos un dato de alguna organización.
Los algoritmos son esos “agentes ocultos” que no vemos, pero que ellos nos ven, se alimentan de nuestros datos y se hacen ricos con la información que les damos. Por eso están en guerra.
Los algoritmos, o mejor dicho, los programadores de los algoritmos, son los que quieren más poder, más influencia en nuestras vidas. Nosotros somos testigos mudos de las batallas que libran entre ellos; por ejemplo, si subimos alguna imagen o comentario en Facebook, empieza el bombardeo en Gmail con noticias relacionadas o nuevos perfiles en Instagram relacionados.
Los algoritmos también nos consienten o nos maltratan. Están sesgados. Le dan permiso y datos a algunos usuarios y a otros nos rechazan; nos desvían o nos distraen para que no lleguemos a la verdad. Este sesgo es una estrategia para ganar la guerra. A menor sesgo y más objetividad, el algoritmo es aceptado y menos criticado o regulado; pero es difícil lograrlo en un mundo donde está controlado por desarrolladores de mentes occidentales contra mentes orientales.
Una estrategia más en la guerra algorítmica son las llamadas cámaras de eco. Estos “círculos” cerrados que crean los algoritmos para que sólo se hablen y se escuchen usuarios con intereses similares, pensando que “todo el mundo piensa igual que ellos” cuando sólo actúan dentro una burbuja que es la realidad. Esto aumenta la división social, la polarización política que vivimos.
¿Más ejemplos de las batallas que se libran los algoritmos? El combate cuerpo a cuerpo en el comercio electrónico que libran Amazon (Estados Unidos) contra la AliBaba (China). Buscan crear el algoritmo más avanzado que entienda a sus clientes e impulse más compras y menos retraso en los envíos. Mejores opciones, mayor conocimiento de sus clientes y una expansión de sus mercados. ¿Qué algoritmo ganará?
Un ejemplo más son las batallas que se libran entre los algoritmos de las campañas electorales. ¿Quién conoce mejor a los electores? ¿Quién les envía contenidos personalizados acordes a sus ideas y necesidades para que voten por el candidato? Además los algoritmos manipulan con noticias falsas y ubicando perfiles de votantes específicos. ¿Cómo librarnos del poder de los algoritmos en las democracias?
Tampoco podemos negar que los algoritmos controlan drones armados que apoyan diversos ejércitos en el mundo. Los algoritmos aparecen en el corazón de los sistemas de cómputo que controlan misiles nucleares, satélites, instalaciones militares de máxima seguridad y procesos de decisión compleja para acciones de defensa y de ataque. ¿Qué ejército tendrá al algoritmo militar más avanzado para defendernos?
Como podrá ver el lector, la guerra de los algoritmos la tenemos enfrente y no prestamos atención a ella. Se ha normalizado tanto su poder e influencia en las decisiones cotidianas de los ciudadanos que es fundamental discutir sobre la gobernanza algorítmica, para que exista una manera de controlar las políticas públicas y las decisiones basadas en reglas claras. Para ello hay que proponer la rendición de cuentas y la transparencia algorítmica que permita una forma de controlar estas herramientas computacionales, de lo contrario, en poco tiempo estaremos a merced de los algoritmos que manejen la inteligencia artificial.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Threads @horus72.