Se están cumpliendo 40 años desde que Intel lanzara el microprocesador Intel 4004, el primer modelo que fue comercializado por la marca.
Para hacernos una idea de los avances logrados desde entonces, el procesador ofrecía por aquel entonces una velocidad de reloj de 740 KHz. Los 4 bit de la CPU conectada a la placa base a través de los 16 pines con los que contaba el chip permitían procesar por aquel entonces entre 46 mil 300 y 92 mil 600 instrucciones por segundo.
Cuarenta años después, asistimos a un panorama muy diferente, con un encapsulado ligeramente superior de tamaño, el LGA1155 utilizado en los Intel Core, pero que es capaz de ofrecer un rendimiento superior estimado de 350 mil veces al 4004. Además, en los actuales modelos, cada transistor integrado en el silicio consume 5 mil veces menos energía que los utilizados en el primer chip. Si la CPU Intel 4004 estaba compuesta de 2 mil 300 transistores, la segunda generación de procesadores Intel Core que actualmente hay en el mercado cuenta con casi mil millones de ellos.
Con todo este tiempo de por medio, también los costos de la producción del microprocesador han caído considerablemente, reduciéndose el costo de un transistor en torno a 50 mil veces si tenemos en cuenta el número de ellos que van integrados en cada oblea de silicio. Todo esto a pesar de la complejidad que conlleva el proceso de fabricación.
Los nuevos procesos de fabricación anunciados, como el de los 32 nanómetros empleados en las actuales CPU Sandy Bridge, o los futuros Ivy Bridge con 22 nanómetros, así como la implementación de transistores avanzados como Tri-Gate 3D, permiten que los fabricantes de dispositivos puedan diseñar productos cada vez más complejos y a escalas inferiores. Justin Ratner, director de tecnología de Intel es muy optimista sobre este tema, para lo que afirma que “los avances en los próximos 40 años podrían igualar o superar todas los desarrollos de innovación que la historia de la humanidad ha llevado a cabo a lo largo de toda su historia”.