La tragedia de Acapulco impacta a todo México. No sólo demuestra lo vulnerables que somos ante el cambio climático, sus repercusiones son impredecibles porque seguimos negando el hecho de que debemos hacer algo para detener el daño ecológico que ocasionamos. Esta tragedia demuestra la gravedad del problema que debemos enfrentar.
A pesar de ello, las administraciones públicas parecen mirar hacia otro lado, evadir la realidad de tener que atender un problema como éste. En esta colaboración quiero centrarme en lo que se pudo evitar usando tecnología de información. Le comparto algunas ideas.
En principio, parece estar claro que no se hizo una alerta temprana para aminorar el impacto del huracán. Reportes internacionales coinciden en que hubo al menos 12 horas para alertar a la población. En este sentido, es grave que el gobierno no cuente con la tecnología para monitorear sus costas. Según Michel Rosengaus, excoordinador del Servicio Meteorológico Nacional de México, indica que contamos con tres radares operativos para vigilar tanto el Pacífico como el Atlántico; esta infraestructura es insuficiente. En el 2018, de acuerdo con experto, operaban 13 radares, pero se requieren al menos 18 para cada océano.
Le pongo un ejemplo, tanto Hong Kong, Malasia, Singapur, como Japón y Australia cuentan no sólo con radares para monitoreo de sus costas, sino con sensores automatizados conectados con inteligencia artificial para medir los cambios en sus oleajes. En estos países es fundamental saber si hay cambios drásticos que produzcan inundaciones o maremotos.
Su tecnología, donde interviene el Internet de las Cosas (IoT), utiliza balizas marinas que emiten en tiempo real la medición a una computadora, cuyo algoritmo calcula cualquier tendencia tendencia peligrosa, lo cual puede alertar con suficiente tiempo los cambios en temperatura, viento, oleajes, etc., salvando vidas y la infraestructura de esos países.
Una segunda tecnología vinculada a esta son los satélites meteorológicos que comparten información con otros países y juntos pueden mostrar un análisis suficientemente claro sobre el comportamiento de huracanes. Estos satélites envían la información a programas de computadora con inteligencia artificial, usando aprendizaje de máquina y algoritmos para predecir con cierto grado de exactitud el comportamiento de huracanes, tormentas o maremotos.
Finalmente, una tercera tecnología para México es el entrenamiento de funcionarios públicos en el campo de estudio sobre manejo de desastres. Dado que el país se encuentra en una zona de riesgo permanente por todos los fenómenos naturales, es fundamental que se estudien y se desarrollen expertos tanto en las medidas de seguridad como en los mecanismos para cuidar la vida de las personas y la infraestructura básica ante estos fenómenos que aumentarán en los próximos años.
En este sentido, Japón cuenta con una secretaría de estado dedicada a las emergencias, sobre todo a los terremotos. Tanto Hong Kong como Malasia, diseñaron cuentas de redes sociales y de correo electrónico para canalizar ayuda cuando ocurren emergencias. En Chile, se construyó un edificio que alberga los servidores gubernamentales, y que los protege de los terremotos y fenómenos naturales para que no se pierda información vital para la toma de decisiones del gobierno. Acciones como estas y el conocimiento de expertos pueden hacer la diferencia en situaciones de desastre.
Esperemos que esta tragedia sirva no sólo para reconstruir Acapulco, sino para generar consciencia en los funcionarios gubernamentales, políticos y líderes para tomar decisiones frente al cambio climático y preparar mejor a los gobiernos para estas situaciones.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Threads @horus72.