Tras la pandemia de la COVID-19, la ciberseguridad se ha convertido en un imperativo para el sector educativo, que previamente ya lidiaba con problemas críticos, incluida la falta de recursos, la escasez de personal y capacitación y la carestía de fondos. Pero, tras la crisis, aseguran desde SecurityHQ, el sector vivió una alteración de los métodos de enseñanza, pasando al mundo online, lo que implicó un rápido paso al trabajo en remoto y a la reevaluación de los sistemas y procesos que han estado en funcionamiento durante muchos años.
Este cambio repentino ha dejado expuesta a esta industria y los ciberdelincuentes están aprovechando las vulnerabilidades en forma de ataques sofisticados y agresivos, desde el ransomware hasta el malware.
Tal y como afirma un estudio de la compañía, su superficie de ataque es muy grande y existe mucho potencial en el robo de datos y espionaje. Y, además, cualquiera, desde estudiantes hasta empleados y proveedores externos son un objetivo potencial.
Por otra parte, y al margen de las cuantiosas ganancias que pueden obtener los ‘malos’ en caso de ataque exitoso, las universidades poseen una propiedad valiosa e influyente. Dependiendo de la naturaleza de los datos robados, a menudo se produce espionaje. La investigación dentro de la medicina y la ingeniería, en particular, puede proporcionar información valiosa que se puede vender a terceros, exigir un rescate o restringir el acceso de los investigadores a los propios datos.
Para reducir estas amenazas, desde SecurityHQ recomiendan mantener los parches de seguridad actualizados y utilizar protocolos para defender los entornos; así como ganar visibilidad y comprender la actividad anómala, analizarla y responder a las incidencias rápidamente.