Damir se enteró que fotografías íntimas circulaban por internet por una de sus amigas que le mostró el chat donde aparecían. Damir estaba desnuda en diferentes posturas, lo cual le recordó que dichas fotografías habían sido tomadas por su exesposo cuando estaban juntos. Ahora vendía las imágenes en línea.
Le he contado un caso ocultando el nombre real de los implicados. Damir demandó legalmente a su exesposo quien terminó en la cárcel, por vender pornografía con el agravante de ser su expareja. El mundo en línea es peligroso para cualquiera, pero para las mujeres se ha convertido en una jungla de problemas. Analicemos algunos de ellos.
El primero es la violencia sexual que acabo de ilustrar líneas arriba, es uno de los más frecuentes. Lleva a extorsiones y asaltos sexuales con las nefastas consecuencias y la impunidad que prevalece en muchos casos por la falta de denuncias.
El segundo problema es la violencia íntima de las parejas usando las tecnologías de información. Por ejemplo, introducir software espía para controlar a sus parejas tanto en sus llamadas, mensajes y ubicación. Este control con tecnología GPS es un tipo de violencia silenciosa y oculta; no se nota hasta que escala a algo más grave como asalto sexual o agresiones físicas.
Un tercer problema, es el reclutamiento para el tráfico sexual. Esta problemática tiene un alto grado de complejidad porque comienza desde los juegos en línea, la comunicación por chat o sistemas de mensajería hasta llegar al contacto personal y posteriormente el secuestro o la extorsión producto de las imágenes en línea que se subieron producto de una charla inocente.
Un problema más es la difamación que ocurre en las redes sociales para dañar la reputación, misma que es difícil de recobrar porque el internet no olvida, todo se queda guardado por tiempo indefinido. Esto también deriva en otro problema: el discurso de odio que se promueve contra las personas, sus familias o su color de piel. Además de la polarización en comunidades y personas extendiéndose a través de las redes sociales como Facebook e Instagram, creando grupos de odio difíciles de erradicar.
Un último problema, más reciente, es el uso de inteligencia artificial para intercambiar los “cuerpos” con las caras de mujeres. Es decir, utilizar partes de fotografías para combinarlas con otras usando esta tecnología de contenido generativo para mejorar las imágenes. Esta “combinación” se vende en “packs” sexuales para impulsar la difamación o el desprestigio, pero también es una forma de lucro que ni siquiera imaginan las mujeres
En este recorrido he destacado algunas problemáticas, pero hay muchas más que se están generando en estos momentos. Las soluciones para combatirlas han sido débiles: grupos de apoyo, sitios web que difunden estas prácticas para ser evitadas, cambios en las leyes que las penalizan duramente. No obstante, lejos de acabarse, parecen aumentar. Nadie parece estar a salvo.
El uso de la tecnología de información es vital para el mundo que habitamos, pero sus riesgos y limitaciones aún no se combaten suficiente. Es urgente prestar atención al impacto que tiene esta herramienta en nuestras vidas y controlarla para no dejar que nos controle.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Threads @horus72.