Las redes sociales están en todas partes: la sobremesa, los noticieros, en las charlas diarias, en los niños. Diariamente escuchamos hablar sobre ‘influencers‘ y ‘youtubers‘, la desinformación, la avalancha de información, etc. En medio de esta avalancha de nuevos conceptos e ideas, le quiero compartir uno más: la participación oscura (dark participation).
Uno de los grandes retos de las redes sociales es la posibilidad de influir en los demás. Según los expertos, se trata de “enganchar” o comprometer a los usuarios de las redes sobre algún punto de vista, la compra de un producto o servicio, o simplemente difundir una idea.
Las personas que participan en las redes sociales compartiendo información se consideran “activos”, sin importar si lo que comparten es verdad o mentira. En este mar de “desinformación” lo interesante es entender si los usuarios activos están promoviendo la democracia o no. Los investigadores piensan que, al compartir, ya están haciendo algo positivo. Sin embargo, para Thorsten Quandt (2018) la participación no es siempre positiva, y propone el concepto de “participación oscura”, que ha surgido a raíz de la explosión del populismo en el mundo.
Este concepto contrasta con la idea de que la participación en redes sociales era pura, desinteresada y democrática, y es un complemento de que la participación en redes nos aporta una visión más gris u oscura. Para explicarlo, Quandt propone cinco dimensiones: (a) actores torcidos; (b) motivos siniestros; (c) los blancos despreciables; (d) audiencia prevista y (e) procesos/acciones nefastos.
En cuanto a los actores, podríamos llamarlos ‘trolls‘ o ‘bots’ que envían cientos de mensajes contra un objetivo concreto. Esto me recuerda a los “chicos orgullosos” (ProudBoys) que mandaron mensajes invitando a la toma del Capitolio de Estados Unidos en el 2021 y, por supuesto, a Donald Trump.
Los motivos siniestros pueden tener varios motivos: avanzar en sus propias campañas políticas, convertirse en líderes de opinión o buscar desinformación. Hay varios ejemplos de motivos siniestros como: difundir información de que la directora del CONACYT en México se convierta en Secretaria de Educación para posicionar su candidatura, hasta hacer renunciar a un presidente por un escándalo.
Esto nos lleva a los “blancos despreciables”, que se pueden identificar en individuos o grupos. En el 2021, uno de los cárteles de narcotraficantes en México publicó un video mostrando su poderío de armas y vehículos, con varios objetivos: intimidar a la población, mandar un mensaje al ejército y enviar una amenaza a algunos políticos sobre su poder de fuego.
En el caso de las audiencias, no es raro que las redes sociales estén creando su propias audiencias, sus propias “cámaras de eco”. La cadena estadounidense de noticias Fox News es un ejemplo claro: comparte información a un grupo vinculado con Donald Trump y, por lo tanto, sólo difunde noticias favorables o cambia el enfoque de los contenidos para complacer a sus televidentes.
Finalmente, los procesos donde se desarrolla la participación oscura son cada vez más libres, creando un falso periodismo ciudadano, impulsando ideas y debates artificiales que no promueven la libertad o el respeto de las ideas, sino que las limitan o anulan.
La participación oscura en las redes sociales que promueve el populismo y la desinformación impacta en la democracia, como lo comenté en un artículo reciente, citando a Barack Obama. Para contenerlo, no basta la autorregulación, sino un cambio en la cultura digital y en la mentalidad de usuarios y empresas de redes sociales que sean responsables de los contenidos.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Twitter @horus72.