Siempre pensé que era buena contando historias, pues intuía haber impactado muchas vidas a lo largo de mi trayectoria. Ahora sé lo errada que estaba.
Estoy tomando un curso de storytelling que realmente me emociona y me doy cuenta lo poco que he aprovechado valiosos relatos. En esta colaboración editorial me gustaría compartirles un poco de lo que he aprendido, porque reconozco que este curso me ha cambiado literalmente la vida: ahora se cuán importante es una buena historia para tocar vidas, y no sólo de las personas que están cerca de nosotros, sino de cualquier persona.
El storytelling es una herramienta muy importante que nos permite crear un vínculo y transmitir experiencias con un objetivo.
Saber contar historias es muy útil no solamente en la cuestión profesional y sobre todo en el área de ventas. Hoy sabemos que grandes negocios se han generado por historias que persuadieron a inversionistas.
Y saber vender una idea es tan poderoso hoy, que debería ser enseñado en las escuelas de negocio.
Una buena historia permite también educar a nuestros hijos, inspirar a nuestros colaboradores, convencer a nuestros jefes y tal vez conquistar a una organización. Contar historias nos permite generar esa empatía y mover emociones. Es algo que aprendemos desde muy pequeños y es como la humanidad ha trasmitido importantes relatos y aprendizajes.
Aun así, reconozco que no era muy consciente del poder de compartir historias de manera propicia, por lo que por mucho tiempo ni siquiera traté de mejorar mi manera de contarlas.
No hay historias malas, pero sí hay malos narradores y esto es algo que se puede y se debe aprender. Aunque creamos que no somos buenos, existen técnicas, capacitación y recursos que nos permiten mejorar y exponer nuestra experiencia al servicio de los demás.
El storytelling es una herramienta para influenciar a las personas mediante un viaje personal con una lógica narrativa, elocuencia y arte para captar su atención ya sea mediante un problema, un desafío o una incógnita, lo que se conoce en screenwriting como ‘inciting incident’, un clímax, que es el momento de máxima expectativa y un cierre.
Muchas veces he sentido vergüenza al ser vulnerable, mostrar mis sentimientos ya sea de tristeza, felicidad o frustración. Es por ello que siempre, al compartir mis historias, lo hacia “al natural”, sin preparar nada y con el sólo recurso de la memoria. Contaba historias de forma breve, concisa, al grano y sin paja: “Ocurrió esto, hice esto y el resultado fue esto”, dejando un aprendizaje muy bien desmenuzado, sí, aunque también muy poco memorable.
Recomendaciones al aplicar storytelling
- Piensa en tu objetivo, el aprendizaje que quieres entregar, y prepara una historia relevante que mejor lo ilustre. Puede ser un suceso adverso, un conflicto, un reto o aprendizaje que culmine de forma positiva o esperanzadora.
- Que sea una historia personal simple y fácil de entender y recordar, creíble, con detalles que la enriquezcan como la descripción de olores, sabores que pemritan a nuestro interlocutor imaginar las situaciones, ponerse en nuestros zapatos, imaginar y adentrarse en nuestra historia. Aderezar, sí, pero sin exagerar. Debe ser como la sal y la pimienta en nuestra historia, pero evite la paja, que no sólo distrae sino aburre a su audiencia.
- Establezca un punto de partida una introducción: ¿Quién?, ¿qué?, ¿cuándo?
- Escríbala o rescríbala pensando en su audiencia e intente conocer a su o sus interlocutores con anterioridad: ¿de qué generación son?, ¿cuáles son sus creencias y valores?, para que cuando usted inicie sea más fácil conectar mediante problemas comunes, tipo de lenguaje, anécdotas, etc.
- Practique, practique y practique, preferentemente frente al espejo o con personas de confianza que puedan darle retroalimentación. Actúe, gesticule, utilice lenguaje corporal. ¡Emociónese! Una buena historia contiene una variedad de emociones y es crucial transmitirlas aparejadas con nuestro dialogo, entonando y siendo auténticos al generar la atmosfera propicia que le permita a quien nos escucha sumergirse en la historia, sufrir con nosotros, compartir riesgos y gozar nuestro éxito.
- Inicie fuerte, con una declaración inesperada, una frase impactante, una pregunta poderosa, o estadísticas reveladoras.
Está bien preparar nuestra historia, pero es importante no leer sino hacer contacto visual y estar pendientes de nuestro espectador, escuchar sus risas, integrar sus emociones y dar las pausas que se requieran, incluso hacer un guiño.
- Al finalizar su relato, actualice la historia, porque es común que, al presentarla, improvisemos e incluyamos alguna otra anécdota o que nos pregunten al final por algún detalle importante que hemos omitido. Por eso es conveniente refinarla.
Cada uno de nosotros tenemos algo que contar: aprendizajes muy valiosos, sean historia de éxito o fracaso, de sueños realizados y por realizar.
Otro de los aprendizajes más importantes que he tenido es que compartir cada una de nuestras historias es beneficioso no sólo para nuestra audiencia; también puede ayudarnos a sanar y volver a aprender sobre nuestras propias experiencias.
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La autora de este artículo, Yessika Lozada Contreras, ha sido CIO del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE). Es profesora del Centro de Formación de Perfeccionamiento Directivo (ICAMI) y miembro del Consejo Editorial de CIO México. Puede contactarla en ylozada@alumni.ipade.mx