“No hay alternativa a la transformación digital. Las empresas visionarias crearán nuevas opciones estratégicas para sí mismas y aquellas que no se adapten fracasarán”. La frase proviene del tercer hombre más rico del mundo: Jeff Bezos, fundador y propietario de Amazon. Esta frase ayuda a comprender, en resumen, cómo convertir estructuras y dinámicas en entornos electrónicos e informáticos es más que estratégico: es supervivencia.
En México, el desafío que nos plantea la realidad empresarial es constante. Hay que acelerar y, al igual que el análisis de Bezos, no soy solo yo quien piensa así: según el más reciente Ranking Mundial de Competitividad Digital, el país ocupa el puesto 54 de un total de 64 naciones evaluadas. Un resultado por debajo del potencial de mercado laboral y económico que tenemos aquí.
Avanzar en la transformación digital exige cambiar procesos y pensamientos, modificar la cultura y la producción de soluciones previamente guiadas por el legado de una determinada empresa o negocio, con una mirada alineada con la modernidad tecnológica y los factores preponderantes de hoy, como la experiencia del cliente y la optimización de los procesos en favor de una mayor productividad y eficiencia.
La puerta de entrada a la transformación digital en muchos países tiende a ser el sector financiero, especialmente el bancario. Como alguien en constante contacto con ejecutivos del área, puedo decir que los aspectos culturales y operativos aún lideran las dificultades de los bancos para acelerar en el entorno digital. El proceso de adopción de soluciones en la nube, el cuál ha sido más lento de lo esperado, por ejemplo, es una prueba de que queda un largo camino por recorrer.
No todo el problema recae en los ejecutivos y banqueros cuando hablamos del cambio de status quo necesario en el mercado financiero mexicano. Es necesario que los organismos reguladores se involucren con mayor solidez y compromiso para que se abra un amplio abanico de oportunidades para el área de negocios del país, llevando crecimiento, competitividad, innovación y generación de valor a los consumidores, y no hablamos sólo de los cuentahabientes.
Una mayor regulación y claridad regulatoria pueden acelerar el proceso de transformación digital tan necesaria. Es algo que, en consecuencia, tiene un gran potencial para incrementar la inversión extranjera en México en su conjunto. Sin embargo, nada de esto será posible si aún no contamos con una toma de decisiones por parte de organismos reguladores basada en aspectos técnicos e independientes. Cuando miramos historias de éxito alrededor del mundo, notamos algunas similitudes, como el hecho de que hay bancos centrales más independientes en otros países, que han demostrado ser más efectivos, permitiendo decisiones más simples basadas en la satisfacción del cliente, la competitividad y la innovación.
Tan pronto como el marco regulatorio permita avances, creo que el sector bancario y financiero de México estará listo para abrazar la transformación digital con vigor. Esto es algo que ya hemos visto en áreas como la modernización de los recorridos de los clientes, la migración masiva a aplicaciones de relaciones corresponsales, la transformación de datos y la adopción de soluciones en la Nube.
Son pasos que traen beneficios extra, como la inclusión financiera – el uso de dinero físico por parte de la población sigue muy presente, y más de 4 de cada 10 mexicanos están catalogados como excluidos financieramente, según datos de 2021 de la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF). Estamos hablando de ciudadanos sin acceso a servicios financieros formales básicos, como banca, ahorro, crédito y seguros.
A pesar de las dificultades, México avanza hacia las Finanzas Abiertas, ya muy presentes en Europa, Brasil, India y Estados Unidos, por nombrar sólo algunos ejemplos. Sin una regulación adecuada, los bancos no ven retorno a las inversiones para adaptarse, especialmente cuando se trata de compartir datos, engranaje fundamental al pensar en el universo Open, que genera oportunidades como Open Insurance, Open Investment, entre otras.
Para la sociedad mexicana, el intercambio de datos generará ofertas más competitivas por parte de instituciones de las que no son clientes. Una cadena tan virtuosa para la economía y los negocios generará menos incertidumbre, promoverá un mayor crecimiento del PIB a través de la innovación, además de implementar relaciones más cohesivas y tecnológicas con las economías más relevantes del mundo. Es un cambio estructural amplio, que fortalece lo mejor que tenemos – el nearshoring es un ejemplo de ello – y nos hace avanzar en áreas centrales, como la educación, el desarrollo social y la búsqueda de fuentes de energía limpia.
Acelerar es necesario, México. La transformación digital es esencial y obligatoria, especialmente dadas las oportunidades actualmente disponibles a nivel mundial. Sin embargo, no se trata sólo de velocidad. Es necesario tener una estrategia, algo que, con el asesoramiento adecuado de quienes ya están presentes en 16 países de todo el planeta, se vuelve más fácil. Al igual que para los clientes, el viaje marca la diferencia y la tecnología más asertiva puede ser la elección entre el éxito y el fracaso.