A finales del siglo pasado, en los años ochenta podíamos acceder a una sola pantalla: la televisión. Hoy nos pasamos gran parte del día frente a tres pantallas. La televisión al conectarse a Internet ha evolucionado: el streaming de contenidos es el rey. Los televidentes se instalan para ser testigos de la guerra de plataformas –Netflix, HBO Max, Star+, Amazon– que pelean por las mentes de sus audiencias.

Según Nielsen, en 2022 el 32% del tiempo total de televisión en Estados Unidos, lo ocuparon las plataformas, y esto es un aumento del 18% en comparación con el 2021. En México, según datos de esta misma empresa, en el 2021 pasamos 11 horas 42 minutos a la semana viendo televisión.

Los datos todavía son inexactos y no están actualizados. Por ejemplo, un estudio de la empresa HootSuite, reporta que las personas pasamos 3.7 horas al día frente a la pantalla del celular, pero en Filipinas son nueve horas diarias en promedio. Seguramente, usted tendrá otros datos cuando ve a sus hijos adolescentes, su pareja o sus compañeros de trabajo pegados a la pantalla de seis pulgadas.

La realidad es que despertamos con el celular en mano, seguimos con la televisión, vamos al trabajo para ver la pantalla de la computadora de escritorio o portátil; comemos con la pantalla del teléfono y cerramos el día con alguna serie en la pantalla de la recámara. Vivimos en pantallas. Pero este comportamiento tiene serias repercusiones.

La primera de ellas, es que nuestra atención y concentración disminuyen. El bombardeo de imágenes y datos es tan abrumador, que nos cansa rápidamente. Nuestro cerebro debe procesar todo en cuestión de segundos y decidir qué vale la pena leer, guardar y memorizar y qué información descartar.

La segunda repercusión es que las pantallas nos terminan controlando. Controlan nuestro tiempo y nuestras interacciones personales. En lugar de hacer una llamada escribimos un mensaje. Las reuniones físicas se han desplazado por videos en tiempo real, y si bien esto ayuda con las grandes distancias, no es necesario cuando nos hablamos en la misma casa.

Podríamos comentar muchas más repercusiones sobre cómo han cambiado las pantallas nuestra vida, quizás la más importante sea que reduce nuestra capacidad de reflexión y de pensamiento profundo. Como tenemos que tomar decisiones inmediatas, lo hacemos por impulso. De hecho, la información que recibimos la leemos superficialmente y en muchos casos omitimos lo fundamental pensando que es básico o estándar. Esto hace que “normalicemos” muchas ideas como la violencia, el cambio climático, el poder, la discusión sobre el género, los cambios en los valores, etc. En suma, las pantallas se han convertido en el enemigo de un pensamiento profundo, racional, pausado, que permita la reflexión sobre la información para convertirla en conocimiento. Si usted quiere seguir en vorágine, sólo basta con que viva en las tres pantallas. Si lo que busca es otra vida, tal vez sea bueno reducir su exposición a las pantallas o eliminar una de ellas. No sea que su vida se termine convirtiendo en un video corto.

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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Twitter @horus72.