Nadie habría imaginado que hace dos años un virus lograría vaciar las calles, cerrar negocios, cines, restaurantes, escuelas, fronteras y detener de forma repentina la economía mundial. Ciertamente yo no lo imaginé.
Desde entonces, el mundo ha cambiado y la crisis nos ha dejado lecciones importantes:
1. Estar preparados para lo inesperado, mantenerse receptivos al cambio y ser flexibles ante nuevas opciones
Algunos han llamado a esta pandemia el “cisne negro”, pero para mí es más un “rinoceronte gris”; es decir, una amenaza altamente probable y de gran impacto, aunque descuidada. Cuando salimos de nuestras oficinas en marzo de 2020, era imposible saber que no volveríamos ni siquiera después de 17 meses. La mayor lección que obtuve de esto fue que cada negocio necesita estar preparado ante un cisne negro o un rinoceronte gris: debemos contar con un plan escalable y eficiente.
La pandemia nos llevó a aprender cómo hacer más con menos. Tuvimos que separarnos rápidamente de los eventos presenciales y cambiar todo al mundo digital.
El trabajo remoto provocó nuevas formas de gestionar actividades, sin sacrificar la productividad.
Sin duda, esto reforzó el valor de contar con un equipo flexible al cambio, del cual he tenido la fortuna de tener.
2. La empatía es una de las habilidades más importantes
Ser empático significa ser consciente de que cada uno pasa por distintas experiencias durante una crisis. Alguien alguna vez dijo que en esta pandemia “estamos todos en el mismo barco”. Yo creo que no: considero que sí en el mismo mar, en la misma tormenta, pero en barcos distintos con equipos diferentes.
En esta pandemia he aprendido que mi experiencia personal puede ser diferente de quienes me rodean y puede no ser representativa para la población en general. Por esta razón, considero que en el trabajo la empatía se convierte en una de las habilidades más significativas que debe poseer un líder para comprender a los demás.
3. Los líderes pueden mitigar el estrés de los colaboradores y promover un balance sano entre vida-trabajo
He aprendido que, como líderes, es nuestra responsabilidad apoyar a nuestros colaboradores a manejar el inmenso nivel de estrés, el cual no sólo se relaciona con el trabajo, es un estrés por la pandemia, el entorno político y las tensiones socioeconómicas que van en incremento.
Además, con el trabajo vía remota los colaboradores tienen que hacer malabares para desempeñar varios roles: padres/madres de familia, cuidadores de personas de la tercera edad y miembros de una comunidad que se apoya mutuamente en tiempos difíciles.
El nivel de agotamiento es, por tanto, mucho más grande, pues los trabajadores entran y salen constantemente de reuniones virtuales. El cansancio por las labores del hogar y del trabajo son evidentes.
4. La importancia de las relaciones humanas
Por un lado, nos encontramos viviendo en un mundo distinto y nuestra casa se ha convertido en un espacio de trabajo con el reto constante de desconectarse en las noches o durante los fines de semana; por el otro, hemos redescubierto momentos de calidez familiar, horas para dedicar a nuestros seres queridos, por ejemplo, comer juntos.
Esta situación nos ha enseñado a valorar las pequeñas cosas que, abrumados por una vida agitada e incesante, habíamos olvidado.
5. Todos tenemos un rol importante
Todos estamos conectados. Nos hemos dado cuenta de que sin nuestros colaboradores “esenciales”, nuestros negocios no podrían funcionar y, mi sentido de gratitud, lo dedico a este tipo de colegas. Sin ellos, nuestra compañía no podría haber sobrevivido y nuestros clientes habrían estado en un gran problema para suministrar productos y alimentos básicos a las tiendas y farmacias para todos nosotros, ciudadanos en un mundo con pandemia.
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La autora de este artículo, Paola Floris, es presidente de CHEP LatAm.