La toma de posesión de Elon Musk deja dudas en torno a los nuevos modelos de negocio que gobernarán la red social y sobre si será capaz de promover la libertad de expresión que promete.
“Elon Musk tiene una visión sobre en qué quiere convertir Twitter, pero la pregunta es si tiene alguna idea sobre cuál será el modelo de negocio que lo sostenga”. Estas son las primeras reflexiones de Fernando Maldonado, analista principal de IDG Research, tras la reciente y sorpresiva compra de la red social, tasada en 44,000 millones de dólares, por parte del magnate, dueño de Tesla y fundador de SpaceX, en una operación que no ha estado exenta de polémica y desafíos.
Tras presentar una primera oferta hace escasos 10 días –ya había conseguido el 9.2% de las acciones de la plataforma–, la junta directiva, encabezada por Pag Agrawal, trató de obstaculizar sus ambiciones. Entre la cúpula había recelos por sus críticas a las prácticas de moderación de contenidos de la compañía (de hecho, ha firmado una cláusula en la que no puede criticarla abiertamente bajo pena de una posible multa de 1.000 millones de dólares), y por arrogarse la bandera de la libertad de expresión que él puede dotar a la herramienta como fin último. De hecho, Musk llegó a plantear una OPA hostil para hacerse con la red social; una intención que trató de ser frenada con la activación del mecanismo conocido como ‘píldora venenosa’, que trataba de evitar que el empresario se hiciera con más del 15% de las acciones de la empresa.
Finalmente, y acuciada por un modelo de negocio cuestionado por un crecimiento modesto, desde su fundación hace 16 años, en comparación con competidores como Facebook, la junta directiva decidió vender la empresa a Musk, que desde el punto de vista de los contenidos tiene clara la estrategia a seguir. Por una parte, quiere insertar un botón de edición de tuits y ha prometido una lucha sin cuartel contra los bots y las cuentas falsas. Además, ha defendido la idea de trabajar con algoritmos basados en código abierto. “No sé si estos cambios se manifestarán a corto plazo, aún tiene que hacerse con las riendas de la compañía”, expresó Ofelia Tejerina, presidenta de la Asociación de Internautas. “Pero, en este caso, no tiene por qué ser negativo el hecho de que proponga nutrirse solo de perfiles reales; creo que sus opciones pasan, más que por imponer normas estrictas de participantes, por verificar y posicionar perfiles reales”.
Lo cierto, continuó Tejerina, es que, como prolegómeno de su aterrizaje en Twitter, en los últimos tiempos Musk ha creado una campaña de mejora de su imagen, como adalid de la libertad de expresión, aunque estima que no cree que eso merme en los usuarios. “Los usuarios nos fundamos en el servicio que se nos presta más allá de quién lo dirige, ya sea Musk o Jack Dorsey (exCEO y fundador de la compañía)”. Por contraposición, Maldonado sí que piensa que “un grupo significativo” de usuarios –actualmente cuenta con más de 330 millones activos en todo el mundo– “percibe que Twitter tiene un problema con la desinformación. Y si la nueva política es no hacer nada al respecto, no está claro que vayan a seguir utilizando la plataforma”.
En cualquier caso, este afán de transformar Twitter en un zoco de promoción de la libertad de expresión puede encontrarse con la barrera regulatoria. Concretamente, puede chocar con las autoridades europeas, que acaban de llegar a un acuerdo con los 27 estados miembros en torno a la Digital Market Act para luchar contra la desinformación, sobre todo en el contexto de la invasión de Ucrania, en las distintas redes sociales. “De hecho, el legislador ya le ha enviado un mensaje a Musk diciendo que hay normas que tendrá que acatar”, aseveró el experto. La firma de análisis GlobalData también se hace eco de este desafío: “El aumento de las regulaciones a nivel mundial para tomar medidas enérgicas contra las redes sociales y hacerlas más responsables del contenido que aparece en sus tablones puede frenar las ambiciones de Musk. No enfrentarse a restringir la proliferación de contenido ofensivo o peligroso resultaría en una avalancha de avisos de los gobiernos de todo el globo para eliminar tuits objetables”.
En busca de un nuevo modelo de negocio
Recuperando el inicio de estas líneas, el mercado, dijo Maldonado, está expectante por el nuevo rumbo de la red social. “¿Podrá Musk sorprendernos esta vez con un nuevo modelo de negocio?”, se preguntó de forma crítica. El analista ve varios escollos al respecto. “Aunque ya ha declarado públicamente que no quiere que su estrategia de ingresos se base en los anunciantes, actualmente el 90% de su facturación procede de la publicidad. Y las alternativas que ha nombrado, como el open source de los algoritmos o las suscripciones premium, ya estaban en proceso de prueba”. Como nota positiva, aseveró, a su favor juega el hecho de que sacar la empresa a Bolsa y privatizarla otorga un mayor margen para experimentar con nuevas ideas.
Para Tejerina, la red social había frenado su negocio porque los accionistas se habían puesto en contra de los criterios con los que se bloqueaban determinadas cuentas, como la del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump. “Pero sin duda, Musk es un hombre de negocios. No es lo mismo ganar dinero que hacer negocios. Para esto último tienes que tener ética, no hacer daño y salvaguardar los derechos humanos”, concluyó.
-IDG.es