La marea de datos nos invade cada minuto. Desde hace una década recibimos miles de datos diariamente a través de distintos medios: computadora, teléfono, radio, televisión. Trabajamos los datos, los utilizamos para tomar decisiones y creamos nuevos que transmitimos a nuestros colegas, familiares o amigos usando los mismos dispositivos. Nuestro mundo se llena de datos, pero ¿están protegidos? ¿Alguien puede alterar esos datos para dañarnos?
Veamos el problema de la protección de datos a partir de sus fuentes: la primera fuente es el rápido avance de las tecnologías de información y comunicación, que desde los años ochentas han aumentado vertiginosamente su disponibilidad y acceso a nuestras manos. Pasamos de una computadora que pesaba 10 kilos a un teléfono de unos cuantos gramos que contiene más memoria y procesamiento que su antecesor.
Esta velocidad ha hecho que compartamos más datos.
La segunda fuente es la globalización y estandarización de la tecnología. En la mayor parte del planeta hay acceso a Internet, millones de usuarios de telefonía móvil, pero unos cuantos sistemas operativos: Android, iOS, Windows, Linux. Aceptamos estas tecnologías y la homogeneización de datos que nos mandan, el formato qué comparten y los problemas de seguridad implícitos.
El problema se agudiza porque las tecnologías que nos ofrecen las compañías globales –Huawei, Apple, Samsung, LG, etc.– avanzan más rápido de lo que pensamos, lo cual nos obliga a adquirir nuevos hábitos y cambiar conductas. Si hace diez años usamos solamente el teléfono móvil para llamar y desplazarnos, hoy lo utilizamos para hacer transacciones bancarias, mandar videos, monitorear nuestro ejercicio diario, ver la serie favorita o escuchar las últimas noticias.
Nuestras “nuevas rutinas digitales” comparten información a las empresas (peso, edad, sexo, numero frecuentes, cuentas bancarias, diario personal) por ello, las computadoras parecen conocernos mejor que nunca, pues cuentan con más información sobre nosotros.
Una tercera fuente del problema es la falta de atención de los gobiernos para proteger sus propios datos. Esto ha generado numerosos ataques de ciberseguridad, rompiendo cada uno de los firewalls, claves y componentes de seguridad que tenga la administración pública, exponiendo sus vulnerabilidades y problemas.
Existen algunas excepciones como Holanda, que ha formado una fuerza de tarea para “cuidar” los datos del gobierno considerados de seguridad nacional y evitar un “hackeo” de Internet y del país.
Sin embargo, muy pocos gobiernos consideran la protección de de datos gubernamentales una prioridad; los datos de los ciudadanos son los que buscarían la protección gubernamental.
Finalmente, la última fuente son las empresas que desarrollan las tecnologías, cuyo interés es hacer negocios con los datos de los ciudadanos y del gobierno. A mayor cantidad de datos recolectados mayor precisión en los algoritmos para vender perfiles de clientes, segmentos de mercado o estrategias de publicidad. Los datos que sus usuarios les “comparten” en sus redes sin pensarlo, son fuente de riqueza y por ello su protección y regulación les quitaría el jugoso negocio que tienen actualmente.
Estas cuatro fuentes que originan el problema de la protección de datos: avance de las tecnologías, globalización y estandarización, falta de interés de los gobiernos en la protección de datos y el negocio de los datos de las empresas son algunos de los detonadores que aumentan el problema de la protección de datos. En la siguiente colaboración presentaré las cinco realidades y un par de propuestas para atender esta problemática.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Twitter @horus72.