La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU coloca a las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) como elementos clave en la construcción de sociedades más inclusivas y sostenibles. Sin embargo, la democratización del acceso a carreras STEM no está avanzando al ritmo deseado, por lo que este ODS en particular se vería cumplido hasta el año 2100 de no implementarse las estrategias efectivas.
Frente a este escenario es menester analizar qué se requiere para acelerar la inclusión de mujeres y niñas en las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC).
La brecha de género en este ámbito en particular es una realidad preocupante que requiere de nuestra reflexión y acción, considerando el complejo contexto económico y la escasez de talento frente a retos actuales, como la demanda del nearshoring en México y futuros que aún desconocemos.
Las estadísticas muestran que hay menos mujeres que hombres en roles de liderazgo y en áreas técnicas en la industria de la tecnología. Se estima que para 2050 –sí, dentro de 26 años–, el 75% de los trabajos estará relacionado con las áreas STEM. Sin embargo, actualmente sólo el 20% de las mujeres ocupan puestos en tecnologías disruptivas en el mercado como el de inteligencia artificial (ONU Mujeres).
Esta disparidad no sólo limita el desarrollo individual de las mujeres, sino que también afecta la diversidad de ideas y la creatividad, elementos necesarios para la innovación. De esta manera, aún cuando suene obvio, debemos seguir trabajando desde la base educativa con una estrategia de conciencia y comunicación que motive a las niñas y adolescentes a participar en áreas que se han se han relegado exclusivamente al género masculino.
Lo anterior es urgente, ya que, de acuerdo con la UNESCO, las mujeres representan sólo el 35% de quienes estudian carreras STEM y menos del 30% de los investigadores científicos. Viendo estas cifras de manera optimista, el potencial de desarrollo profesional para las mujeres en estas áreas es enorme.
Las razones por las que hay aún poca representación femenina en STEM se relacionan con las desigualdades y prejuicios de género, dominio masculino en la industria, la falta de estímulo en las escuelas y los estereotipos que mantienen a las niñas alejadas de estas disciplinas.
Es posible impulsar un cambio si se implementan algunas estrategias desde la educación básica como informar sobre la gama de áreas STEM a las jovencitas, despertar su interés por la investigación a través de sus mentores académicos, fomentar la participación de niñas y adolescentes en actividades extracurriculares, reconocer el éxito y aportación de las mujeres en los campos de la ingeniería y la tecnología, entre otras.
Desde mi perspectiva, cambiar este paradigma requiere de trabajo en equipo. Como líderes empresariales tenemos la responsabilidad de apostar por programas y políticas que incluyan la perspectiva de género. Buscar alianzas con centros educativos, ONGs y entidades de gobierno que apuesten por invertir en la digitalización del conocimiento con enfoque de género, es algo que arroja buenos resultados.
Además, como sociedad, es vital comenzar la formación desde casa, en edades tempranas, para moldear las actitudes parentales hacia la participación de las niñas en el mundo STEM, cambiar paradigmas y favorecer el interés sin miedos ni prejuicios.
De no hacerlo, estaremos desaprovechando un enorme potencial creativo, económico y de talento. Elementos cruciales si queremos que México esté a la altura de las inversiones y búsqueda de talento que se le está demandando. Por eso, aunque el próximo 25 de abril se celebra el Día Internacional de las Niñas en las TIC, invito a quienes tengan la oportunidad de leerme que hagamos un mes, un año, un sexenio de niñas ingenieras.
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La autora de este artículo, Claudia Quintana, es Head del área de Tecnología de la Información de KTSA (KPMG Technology Services Americas).