El 78% de los ejecutivos del sector asegurador considera que cerrar la brecha de protección (la diferencia entre pérdidas aseguradas y no aseguradas) es una obligación ética para la industria. Actualmente, esta brecha se estima en 1.8 billones de dólares, en un contexto global marcado por desastres naturales y amenazas cibernéticas, de acuerdo con el estudio Revealing the paths to 2040, realizado por Economist Impact en colaboración con SAS.
Dicho estudio encuestó a más de 500 líderes de seguros en 17 países, incluido México. La investigación también señala que las pérdidas no aseguradas, especialmente en seguros de vida, salud, catástrofes naturales y agrícolas, afectan de forma desproporcionada a comunidades vulnerables y mercados de alto riesgo, donde adquirir un seguro resulta difícil o inalcanzable.
Según el informe, el 76% de los ejecutivos considera esta problemática como una oportunidad de negocio significativa. Sin embargo, para aprovecharla, reconocen la necesidad de superar barreras internas como la falta de comprensión a las necesidades del consumidor (76%), comprensión del entorno externo (75%), sistemas tecnológicos obsoletos (75%), trabajo en silos (74%), un ritmo lento de innovación (74%) y falta de recursos (73%).
“El 77% de los líderes del sector identifican la falta de confianza en la industria como una barrera significativa para cerrar la brecha de protección, y no es de extrañar”, dijo Franklin Manchester, asesor global principal de seguros en SAS. “Mientras las aseguradoras se retiran de zonas propensas a desastres y salen a la luz violaciones de privacidad de datos, es esencial que actúen con decisión para recuperar la confianza de los consumidores y reguladores.
“La transparencia total en el manejo de datos y la inversión en innovación responsable serían pasos clave para reformar la reputación y la marca, uno de los tres principales beneficios que los ejecutivos encuestados mencionaron como resultado de cerrar la brecha de protección”.
En 2024, los desastres naturales causaron pérdidas económicas por 368 mil millones de dólares, de las cuales un 60% no estaba asegurado, según datos de Aon. Las consecuencias han sido más graves para comunidades en zonas propensas a catástrofes, donde asegurar bienes resulta costoso o inaccesible.
Un ejemplo claro fue el huracán Otis, que en octubre de 2023 afectó la costa de Guerrero, dañando tanto la zona hotelera de lujo frente al mar como los barrios residenciales y las poblaciones interiores de la ciudad costera de Acapulco. Más de 250,000 viviendas quedaron afectadas (50,000 totalmente destruidas). Se estima que el impacto económico ascendió a los 10 mil millones de dólares según modeladores internacionales.
De acuerdo con la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), solo el 12% de los daños estaba asegurado, entre los cuales no figuran las zonas más vulnerables de la región. En este contexto, mientras la zona hotelera pudo ver mayor recuperación en menor tiempo, las comunidades marginadas padecieron durante mayor tiempo en condiciones de vulnerabilidad.
La tendencia muestra cómo la emergencia climática amplía aún más la brecha de protección, afectando especialmente a los más vulnerables: niños, adultos mayores y personas en situación socioeconómica precaria.
La tecnología como camino para cerrar la brecha
El informe subraya que el futuro del sector dependerá de su capacidad para innovar. Entre las soluciones para hacer cerrar la brecha, tres de las cuatro más mencionadas por los encuestados involucran tecnología:
- Usar tecnología para hacer que los productos de seguro sean más asequibles (48%); el 40% ya lo está implementando.
- Desarrollar productos innovadores como seguros paramétricos o microseguros (42%); el 40% ya lo está llevando a cabo.
- Colaborar con reguladores a través de organizaciones del sector asegurador (38%); el 28% ya lo está haciendo.
- Aprovechar los datos para evaluar mejor los riesgos y diseñar productos (39%); el 32% ya trabaja en ello.
Los líderes del sector coinciden en que el verdadero cambio vendrá al pasar de un enfoque reactivo a uno preventivo, donde predecir los riesgos y actuar antes de que ocurran sea la norma.
Además, aseguran que el futuro pertenecerá a quienes aprovechan la innovación, incluyendo inteligencia artificial, datos y tecnologías emergentes, para hacer que los seguros sean más accesibles y equitativos. La industria debe cumplir con su función de cubrir riesgos, pero también tiene la responsabilidad de empoderar a las comunidades, generar confianza y reducir la brecha hacia un mañana más seguro.