Me considero un tecno-optimista. La tecnología ha mejorado la vida de la humanidad de innumerables maneras, como la rueda, la imprenta, los palos de selfie: estas maravillas nos han enriquecido a todos.
También lo ha hecho el WiFi. Si no fuera por el él, nadie podría transmitir ociosamente videos de YouTube en las computadoras portátiles de la empresa a través de puntos de acceso no autorizados en una cafetería concurrida, pero socialmente distante, cuando se supone que estamos haciendo nuestro trabajo. Es decir, ninguno de nosotros podría aprovechar al máximo las herramientas de conectividad remota a la red que permiten a los empleados de la empresa ser productivos en cualquier momento y desde cualquier lugar.
El WiFi ha evolucionado continuamente desde que se comercializó en 1997, mejorando siempre la velocidad, el alcance y el rendimiento general. Pero quizá la próxima iteración de WiFi deba ir acompañada de una banda sonora siniestra.
Sensores inalámbricos
Francesco Restuccia, profesor adjunto de ingeniería eléctrica e informática de la Universidad de Northeastern, encargado de investigar los sistemas integrados, las redes inalámbricas y la inteligencia artificial, escribe en un reciente artículo de investigación que, a medida que el WiFi se vuelva más omnipresente, veremos “aplicaciones de detección inalámbrica innovadoras, como la detección de la presencia humana, el reconocimiento de actividades y el seguimiento de objetos, por nombrar algunas”.
Piense que el WiFi está desarrollando otro sentido: la capacidad de “mapear continuamente el entorno circundante utilizando las señales WiFi como formas de onda de sonido“, como explicó Restuccia. Se trata de un poder bastante embriagador para una tecnología que fue concebida como un conducto digital para señales de radio. (¡Diablos, ya transmitían ondas de radio en la década de 1890, cuando los barones del robo y Lycos gobernaban el mundo!).
El Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos está trabajando en la elaboración de normas (IEEE 802.11bf) para un proyecto de detección WiFi (SENS) que permitirá a los dispositivos WiFi percibir constantemente su entorno. Y aquí es donde una buena idea toma un giro oscuro. Restuccia escribió:
“La omnipresencia de SENS en nuestra vida cotidiana suscitará necesariamente preocupaciones de seguridad y privacidad por parte de los usuarios finales. De hecho, se ha demostrado que los clasificadores basados en SENS pueden inferir información crítica para la privacidad, como la escritura en el teclado, el reconocimiento de gestos y el seguimiento de la actividad. Dada la naturaleza de difusión del canal inalámbrico, un fisgón malicioso podría rastrear fácilmente la actividad del usuario sin autorización. Peor aún, dado que las señales WiFi pueden penetrar objetos duros y pueden utilizarse sin la presencia de luz, los usuarios finales pueden no darse cuenta de que están siendo rastreados”.
-Chris Nerney, IDG.es