La semana pasada expuse la pregunta que detonó el debate sobre las redes sociales: ¿Cerrar Facebook? Expliqué el problema y sus distintas facetas; hoy me centraré en discutir las soluciones y posibilidades.
Nuestra primera parada será intentar responder la pregunta: ¿Es posible cerrar Facebook? Desde el punto de vista tecnológico, claro que es posible: basta con cerrar la operación de todos los servidores que alimentan este software y quedaría concluido el asunto; sería la voluntad de Mark Zuckerberg y sus accionistas. Los usuarios simplemente no podrían ingresar a la plataforma.
Bajo la perspectiva legal, tampoco habría problema: el contrato que establece la empresa marca una relación que puede terminarse en cualquier momento con el usuario. No tendríamos forma de reclamar la información publicada en el sitio, sólo esperar su cierre.
Esto puede suceder a nivel global o a nivel país. China simplemente no ha dado acceso al gigantesco Facebook. Lo reemplaza con WeChat y a Twitter lo reemplazó en su momento con Weibo. Entonces, no es difícil cerrar Facebook, ¿qué detiene a los gobiernos cerrar la plataforma?
Hay varias razones. La de más peso seguramente es la comunicación interpersonal. Facebook es la plataforma de contacto de más de 3,200 millones de personas; más de la mitad del mundo tiene una conexión con la plataforma, a través de la cual hace negocios, se comunica con sus familiares y amigos, etc. El mayor obstáculo es que no existe una alternativa que sustituya a Facebook, para que al cerrarlo no cause descontento social.
Nuestra siguiente parada: si no es posible cerrar Facebook, ¿es posible controlarlo? La respuesta inmediata es que sí, es posible y deseable controlar Facebook. En Estados Unidos, las leyes antimonopolio han comenzado a ponerle límites; en Europa la regulación GDPR para mantener la privacidad de la información y los contenidos personales también se ha convertido en una limitante.
Recientemente el gobierno australiano aprobó una ley para obligar a la plataforma a pagarle a los medios de comunicación (prensa, radio, televisión) cada vez que apareciera una noticia suya en sus posts. Lo que causó que Facebook prohibiera publicar todo contenido noticioso en sus paginas, incluidas noticias de la policía, bomberos y servicios de emergencia.
Francis Fukuyama, en su artículo, “¿Cómo salvar la democracia de la tecnología?”, que he referido en mi colaboración anterior, ha propuesto la creación de empresas que sean intermediarios de contenido (Middleware) para equilibrar el poder de Facebook y sean dichas empresas las que regulen y decidan si los contenidos pueden o no ser publicados en cada país o región. Su forma de subsistir sería compartir las ganancias comerciales de Facebook y sujetarse a estrictas normas éticas y que puedan ser duramente sancionadas en caso de incumplimiento o mal uso de los datos.
Otra opción es crear una alternativa de Inteligencia Artificial (IA) que automáticamente regule, controle, limite a las redes sociales y proteja los datos de los usuarios. Esta opción pasaría necesariamente por la tecnología de blockchain para garantizar tanto la descentralización de la información como el anonimato y la privacidad de los datos personales de los usuarios, permitiendo un acceso libre a la publicación y consulta de la información e impedir de alguna forma que todo el control lo tenga una empresa privada.
Los escépticos preguntarán: “¿Y quién controlará al regulador de IA?”. La mejor alternativa es un organismo internacional, alguien similar a la ONU que tenga un poder colegiado, compartido entre varias naciones y que sea rotativo para garantizar tanto la imparcialidad como la objetividad de la información.
Dado que las redes sociales son plataformas globales, la única manera de equilibrar su poder es con una instancia global. Es posible colocar límites regionales (como la Unión Europea) o nacionales (como Australia y Estados Unidos), pero ello no limita ni su poder ni su crecimiento e influencia en la comunicación al interior de las sociedades.
En suma, la respuesta a la pregunta “¿Debemos borrar Facebook?” nos obliga a reflexionar sobre qué tanto poder le estamos permitiendo a las empresas globales de tecnología como Apple, Google, Microsoft, Huawei, etc., y a las plataformas de redes sociales desde Facebook, Twitter, Instagram, hasta TikTok, LinkedIn, Clubhouse y demás. Es un hecho que no podemos “cerrarlas” o impedir su funcionamiento por la complejidad de interacciones sociales que tienen actualmente. Por ello debemos pensar tanto en generar alternativas viables a estas plataformas como limitar su acción y equilibrar su poder comunicacional y político antes de que sea demasiado tarde.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Twitter @horus72.