Cuando consultamos nuestra redes sociales: Instagram, TikTok, Facebook, X, no pensamos en la gran cantidad de mensajes que fluyen mediante estas plataformas. Nos alcanza el tiempo para leer superficialmente lo que “dicen” nuestros contactos, a quienes seguimos o lo que estamos buscando. Nos perdemos en el mundo de información que llega a nuestros ojos.
Esta situación ocasiona tres efectos: el primero de ellos es que la información que recibimos en redes sociales siempre es superficial. Es tan corto el tamaño del mensaje que será difícil contextualizar o encontrar una argumentación que pueda ser soportada. El segundo efecto es que el tiempo que “pasamos” entre cada mensaje es apenas de unos cuantos segundos, a veces ni siquiera lo leemos completo, creemos que ya entendimos su significado con sólo ver las primeras palabras o las etiquetas (hastags).
El tercer y último efecto es que ya hemos leído tantos mensajes similares que creemos que el mensaje que estamos leyendo es idéntico, por lo que le prestamos poca atención. Sólo cambia la imagen, quién lo envía o algunas palabras. De esta forma, nuestra interacción con las redes sociales se reduce a interpretar una parte de la información y, en ocasiones, reaccionar a ella con una frase, pero muchas sólo enviamos un emoticon.
Si trasladamos este esquema de interacción a las campañas políticas podremos ver que nos enfrentamos a “debates” parciales de la realidad donde el objetivo es apelar a la emoción. Lograr transmitir el miedo, el coraje, el rencor, en mensajes para descalificar al oponente, en lugar de tener un debate de ideas, porque no podemos profundizar en ellas, sólo las vemos superficialmente.
Esta situación conviene a los políticos, porque lo único que necesitan es “encender” la hoguera de las redes para que los ciudadanos se pierdan en guerras artificiales, discusiones sin fin, que sólo conducen a la polarización.
Dice Pronin que la polarización política se manifiesta cuando la gente influye en los prejuicios ideológicos y esta ideología está influída por los partidos políticos.
Siguiendo esta idea, propongo que la polarización política aumenta en las redes sociales, porque es el lugar ideal para que los prejuicios políticos se expandan sin sustento.
En este sentido, cualquier propuesta de un político, partido o grupo social se divide en dos: los que están a favor de ella y los que se oponen a la misma. El problema de generar la polarización es que entre más crezca – dice Edelman – más dificil es generar consenso entre los grupos. Y una sociedad sin consenso es una sociedad dividida y más difícil de controlar.
A nadie conviene tener un país que avanza en direcciones opuestas. Que choca entre sí hasta el punto de llegar a la violencia que no pueda controlarse, cuando una de las dos facciones gane por el uso de la fuerza. La historia demuestra que los gobiernos que dividen terminan por caer y que la democracia, esa búsqueda constante de consensos, es la que permanece, ya que logra agrupar partes de la sociedad en torno a un destino común. ¿Qué red social logrará hacer esto? Se lo dejo de tarea.
______________
El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Threads @horus72.