En las películas el programador está personificado como un geek con habilidades natas de ingeniería y computación pero la realidad no es tan así. Los programadores no solo dominan el arte de la codificación, sino que también han demostrado ser maestros en la reinvención profesional, motivados por la posibilidad de escalar laboralmente.
En Estados Unidos, que concentra el 44% del desarrollo de software mundial, el salario anual de un programador duplica el promedio para todas las ocupaciones. En el caso de México, el salto es aún mayor pues un programador puede triplicar sus ingresos en un corto período de tiempo. En promedio pueden pasar de ganar 9 mil pesos a percibir 25 mil pesos mensuales. Henry es una academia de educación tecnológica que compartió cinco relatos insólitos de transformación que encontró entre sus más de 7,000 graduados:
- Verdulero techie: Manuel cambió su puesto de mercado por los bytes. Trabajaba con sus padres, luego de cursar varias carreras que no lo convencían. Buscando nuevos caminos, encontró la programación y ahí sí se enganchó. Cuenta que no le resultó sencillo pero que con mucha práctica y el apoyo de sus tutores lo logró. Así que pasó del regateo de zanahorias al codeo.
- Cuidadora de abuelitos: Kimberly trabajaba 24 horas por seis días cuidando adultos mayores. Aunque le resultaba un trabajo lindo y gratificante, asegura que era demandante y que casi no tenía oportunidad de compartir con su familia. Había leído sobre el desarrollo full stack pero como muchas mujeres no lo había considerado antes; recordemos que solo 3 de cada 10 profesionistas en STEM son mujeres, según el Instituto Mexicano para la Competitividad. Pero una noche en vela cuidando a un abuelito, lo decidió. Arrancó de cero, engrosó la lista de mujeres estudiando programación, que hoy ya alcanza el 15% de los estudiantes de Henry, y todavía se sorprende de haber logrado este cambio en su vida. Su lema es seguir, persistir y nunca desistir. Ahora cuida de la lógica y la innovación al programar.
- De trompetista a programador: Ángelo era trompetista en una orquesta sinfónica y fue profesor de música por más de 15 años, pero la pandemia hizo de las suyas y necesitaba más ingresos para sostener a su familia. Ingresando esta pregunta en el buscador “¿cuáles son los empleos más cotizados?”, encontró a la programación y empezó un lento aprendizaje autodidacta hasta que decidió estudiar en Henry. Ahora trabaja remoto para una empresa latinoamericana y alcanzó la estabilidad económica que buscaba. Cambió las partituras para componer líneas de código.
- Capitán de restaurantes: Leonardo, tenía años en el sector restaurantero y por mucho tiempo su meta era convertirse en gerente, pero lidiar con más de 12 horas de trabajo diario e ingresos no tan altos lo hizo cuestionar sus planes. Durante la pandemia perdió su trabajo y su madre le aconsejó estudiar programación, y ya saben, las madres siempre tienen la razón. Aunque el inicio fue duro, la persistencia rindió sus frutos y este ex capitán de meseros ha cambiado las comandas por instrucciones en el mundo digital.
- Modelador 3D en un museo paleontológico: Alex pasaba sus días haciendo dinosaurios, sí, esculpiendo Gorgosaurus, Kritosaurus o Alamosaurus, y rodeado de paleontólogos. Pero a mitad de 2021, sintió curiosidad por hacer algo más y se enteró de las carreras intensivas de programación. Así que empezó a dedicar sus días, y madrugadas, a darle duro a los códigos con sus compañeros. Ahora trabaja para una empresa argentina desde México. Pasó de la era prehistórica a la era digital.
Estas fascinantes historias de transformación revelan que en el dinámico mundo de la tecnología, la creatividad y la audacia no conocen límites. Desde músicos que han afinado sus habilidades para componer líneas de código hasta cuidadores que han transferido su atención meticulosa a la programación precisa, queda claro que la capacidad de reinventarse está en la esencia del programador moderno, especialmente si pone al alcance mejores oportunidades laborales.