Uno de los grandes riesgos que han existido con Internet es el relacionado con el sexo. Otros riesgos como el robo de identidad, robos financieros e incluso el secuestro virtual de las organizaciones son igualmente importantes, pero quizás los más dañinos y peligrosos sea el abuso sexual, la trata de personas y la prostitución en línea.
Gran parte de estas “transacciones criminales” se hace en la llamada web oscura “Dark Web”. Sin embargo, las millonarias ganancias que genera y la ingenuidad de niñas, niños, hombres y mujeres hace que ocurran cada vez más en la web tradicional.
Para quienes somos padres de familia, el mayor conflicto con niños y adolescentes es con el teléfono celular. No sólo por el uso adictivo que hacen del aparato, sino porque se olvidan fácilmente de los riesgos para su salud física y emocional el que puedan ser parte de un abuso de este tipo por ciberdelincuentes quienes, sin ningún escrúpulo, están buscando su próxima víctima a cada minuto.
Hay tres problemas que agravan esta situación. El primero de ellos, quizás el más grave, es la impunidad de los delitos cibernéticos. Es complicado rastrear los delincuentes sexuales, no sólo porque cubren sus huellas cobardemente utilizando identidades falsas o creando cuentas artificiales, sino porque no existen leyes internacionales claras y contundentes que permitan compartir información y arrestar a estos criminales sin importar dónde se encuentran. Se sienten intocables por la impunidad que gozan y sus delitos aumentan.
Si acaso son identificados y localizados, esto puede suceder meses o años después de haber cometido su delito, y en muchos casos cuando ya ha expirado legalmente la posibilidad de procesarlos. Además, las pruebas para castigarlos pueden borrarse al momento.
Un segundo problema tiene que ver los programas de control parental tan deficientes que existen. Los más comunes como Tiempo de Pantalla (para dispositivos con IOS) y Family Link (Android) son útiles para medir el tiempo que pasan en Internet los chicos, regularles el acceso y controlar los tipos de aplicaciones que pueden descargar, pero no monitorean conversaciones, ni fotografías. Este software aún no pueden discriminar entre frases como Bb = Bebe o distinguir una fotografía erótica de una de abuso sexual; para ello se requiere la inteligencia artificial que logre esta diferenciación y además pueda lanzar alertas o identificar delincuentes.
Los controles parentales con los que contamos son insuficientes y están lejos de prevenir cualquier abuso, transacción o intercambio de contenidos prohibidos o que limiten el abuso contra menores de edad.
Siguiendo esta idea es que surge el tercer problema: las plataformas en línea se resisten a implementar controles más estrictos porque dañan su negocio. Estoy hablando de Meta (Facebook, WhatsApp, Instagram) de Google (Workspaces, Hangout, Gmail) y por supuesto de Twitter, TikTok y cualquier otro que permita conversaciones en linea, intercambio de archivos y que guarde algún tipo de acceso. Mientras no existan leyes globales que penalicen duramente estos delitos, el desarrollo de software con inteligencia artificial que permita un eficaz control parental, se debería prohibir que los menores utilizaran los dispositivos.
Esto va en contra del negocio de las compañías celulares o computacionales y de las tendencias hacia la vida digital, sin embargo, es una necesidad imperiosa antes de que las nuevas generaciones crezcan con una visión distorsionada que difícilmente podremos revertir en el futuro usando la tecnología.
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El autor de la columna “Tecnogob”, Rodrigo Sandoval Almazán, es Profesor de Tiempo Completo SNI Nivel 2 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Lo puede contactar en tecnogob@pm.me y en la cuenta de Twitter @horus72.
