Más de la mitad del mundo ya está urbanizado, con todos los beneficios y retos que eso implica. La densidad poblacional en las ciudades seguirá aumentando, y la cuestión de cómo mantener cierta calidad de vida en las zonas urbanas se ha vuelto mucho más importante. Durante muchos años, el Programa de Investigación e Innovación en Ciudadanía Digital y Sistemas Sociales Conectados, ha estado observado de cerca el fenómeno de las Ciudades Inteligentes para determinar cómo se puede explorar la interacción entre los planos humanos, digitales y físicos para resolver esa cuestión.
La población en una Ciudad Inteligente está compuesta por ciudadanos, comunidades y organismos municipales, así como por las empresas que operan en la ciudad. Mientras que los ciudadanos y las empresas se preocupan (como receptores y proveedores, respectivamente) por la calidad de la experiencia en servicios, las comunidades se enfocan en la colaboración y la autoayuda, mientras los alcaldes buscan la transparencia y el desarrollo de una infraestructura digital.
Nuestra opinión siempre ha sido que una Ciudad Inteligente necesita centrarse en los ciudadanos, y eliminar “las burocracias insensibles”, un concepto que presentamos por primera vez en nuestros informes de Ciudad Inteligente a través del TCS-SMU iCity Lab. Un servicio centrado en los ciudadanos no sólo se reduce a la tecnología, sino que también consiste en entender la condición humana en los diferentes contextos de la vida.
En resumen, el punto de partida para brindar un servicio personalizado requiere contar con información sobre el ciudadano (con su absoluto consentimiento, desde luego), incluyendo no sólo los alrededores, infraestructura y ubicación, sino también su bienestar, salud, estado de ánimo y actividades cotidianas. Una vez que se conoce la situación y las necesidades del ciudadano, se puede diseñar el servicio adecuado -en la manera más personalizada y humana posible-.
Vivienda asistida
Los servicios orientados a la salud y el bienestar para los ancianos es un gran ejemplo de por qué no basta un enfoque exclusivamente tecnológico en torno a los servicios ciudadanos. En vista de los cambios demográficos, la población de ancianos (más de 60-65 años) está aumentando en muchos países. Ya no están en edad de trabajar, sus costos de salud aumentan, por lo general viven solos y no tienen conocimientos sobre tecnología. Asimismo, existen ciudadanos más jóvenes que quizá necesiten asistencia por diferentes razones.
Las soluciones dirigidas a los ancianos y a los ciudadanos con alguna dependencia idealmente deberían permitirles continuar viviendo en sus propias casas -con un grado razonable de independencia y privacidad- y no en un hospital. Eso les permitiría seguir en contacto con la comunidad (y no sólo con médicos y enfermeros), y sería una manera de recibir un toque humano en las etapas finales de su vida.
Por lo tanto, el concepto de vivienda asistida demuestra ser una opción eficaz, ya que permite supervisar a los ancianos de forma no invasiva tanto dentro como fuera de casa. Los datos capturados a través de sensores se utilizan para detectar cualquier cambio en los patrones normales de actividad, tales como la falta de movimiento durante un lapso extendido, estar fuera de casa o no abrir su caja de medicamentos. Esos cambios, basados en un umbral aprendido y personalizado, se utilizan para alertar a los asistentes comunitarios, quienes cuentan con un protocolo definido para responder ante dichas situaciones.
Los sensores también desempeñan un papel vital en ayudar a recopilar datos, que se pueden analizar mediante algoritmos de aprendizaje profundo a lo largo de un periodo de tiempo para detectar el posible surgimiento de problemas crónicos como deficiencia cognitiva. La exploración de cómo se pueden utilizar esos datos no médicos para indicar posibles problemas médicos es una de las áreas recientes de investigación en el TCS-SMU iCity Lab. Esta colaboración se ha ampliado para enfocarla en las nuevas iniciativas de investigación e innovación.
Existen varios sensores que pueden utilizarse en estas situaciones -principalmente sensores de radiofrecuencia (RF), sensores infrarrojos pasivos (PIR, por sus siglas en inglés), sensores de movimiento semifijos, dispositivos wearable y cámaras-, cada uno de los cuales posee diferentes niveles de potencia e intrusión. Afectan la vida de los ancianos en una manera positiva y mejoran la calidad de la asistencia que se les brinda.
Sin embargo, la entrega de servicios de vivienda asistida que utilizan sensores implica también problemas de privacidad, precisión, gestión, escalabilidad y costo, los cuales todos son temas interesantes por sí mismos. ¿Qué aspecto de la vivienda asistida consideran ser el más relevante?
Srinivasa Raghavan Venkatachari, director del Programa de Investigación e Innovación en Ciudadanía Digital y Sistemas Sociales Conectados de TCS.